Hola, mi querido joven amigo virtual de letras (JAV); además, gestor y protagonista de una historia que involucra a cerca de trescientos artistas de los cinco continentes, en casi ciento diez países y más de setenta idiomas. Novela que pronto será noticiada… ¡eso espero!
Te cuento que me conmovió, ¡no te imaginas cuánto!, leer la obra póstuma que hace poco le publicaron al Nobel; la devoré en una sentada. Me produjo un sentimiento inmensurable del cual aún no me repongo… y tal vez nunca lo haga.
Pensarás que no es para tanto, conociéndote como creo conocerte… ¡en parte!
De pronto tengas razón, de pronto no; cada uno se rasca como puede, a su manera, gusto, según el sitio y tipo de piquiña.
En mi caso no sería para tanto de no ser por dos motivos correlacionados que inflaman esta congoja que me sollama el alma. El primero tiene que ver directamente con nuestro magno escritor. Él es uno de mis más significativos referentes literarios. Creo que, entre otros, de tanto leerlo algo me contagié. Aunque mis letras, ¿quién mejor que yo para decirlo?, tan solo son arañazos subcontinentales tan imperfectos como incorregibles.
Mira, JAV, desde joven tuve la suerte de toparme con las novelas de este genio de la literatura en las bibliotecas y en las que adquirí y que conservé por muchos años, hasta cuando se fueron quedando de trasteo en trasteo… o me tocó salir de ellas y de todas por cuestiones de convivencia familiar y el espacio que llegó a ocupar mi estantería personal.
Desde cuando encontré al más grande de los maestros del realismo mágico quedé atrapado en la red de su prosa rítmica. Única es su manera de escribir y contarle al mundo la compleja realidad social, específicamente, la padecida durante casi todo el siglo XX: la historia de ignominia social de un país condenado repetirla una y más veces, ¡cada vez peor! Narrativa fundada en la transfiguración literaria, tan cerca de la realidad que, hasta pica y produce roncha, roncha social que perdura hasta nuestros días.
Me cautivó desde cuando, en los setenta, leí su primera novela y a partir de ahí casi todas. Desde entonces, algo suyo se me pegó y quedó adentro. ¡Tal parece!
Bueno, pero volvamos al primer punto de mi congoja tras leer su novela póstuma, una de las pocas donde la protagonista es mujer; aunque la influencia y fuerza femenina en todas sus obras son tan exquisitas e interesantes como importantes. Precisamente, al sumergirme en estas postreras páginas, donde en efecto su huella literaria está presente, ¡indiscutible!, no solo me topé con su estilo y magia inimitables, también, fui herido en el corazón por el grito mudo y doloroso de un escritor en su afán de plasmar sus últimos grafos antes de ser devorado, o cuando lo estaba padeciendo, por el maldito silencio del olvido, los años idos y las vivencias disipadas, cual arcoíris en lontananza.
JAV, esa novela es bella, indiscutible, como todas las de aquel genio inmortal. Sin embargo, ahí quedó en evidencia la imposibilidad que se le presentó para lograrla apuntalar por completo, así como el precisar algunas frases e ideas que aparecen desvanecidas… en particular: ¡en el final!, que, sin embargo, es genial.
Estoy seguro, y me duele hondo, muy hondo, de que él no alcanzó a hilvanar la trama con el desenlace como tal vez lo ideó o quería… como siempre lo hizo en sus otras tantas maravillosas obras.
Esto me duele, aunque creo, o quiero creer, que al percatarse de la inexorable imposibilidad de poderla concretar y darle un final contundente y cerrado, como nos tenía acostumbrados, optó (o le tocó) por dejarla así, abierta, escueta, para que sus lectores hilemos la trama con el final a nuestro gusto, parecer o consideración… mientras podamos. De todas maneras, incluso, así, esta novela es impactante, preciosa, mágica, atrapante.
Esta, pienso, fue la razón por la cual, mientras él pudo, impidió o postergó su publicación. ¡Me lo imagino! ¿Quién soy para opinar sobre estas cosas?
Te hablé de dos motivos de congoja. El primero, el que te acabo de esbozar sobre la novela inconclusa que le acaban de publicar a este heraldo literario universal. El segundo, algo de cuando en vez te he dejado entre líneas. Mira, mi querido JAV, aunque la mayoría de mis obras inéditas están casi listas para publicación, hay al menos tres proyectos en proceso. Están biches y no sé si alcance a terminarlas.
Mi congoja no es solo porque algo me impida concluir aquellas y publicarlas todas, sino porque, como lo siento en mis huesos y difusos recuerdos, al partir a lontananza o al escapárseme, más, el esquivo pensamiento y quedar a deriva, unas y otras las devore el polvo en la trastienda del descuido. Peor, todavía, que alguna de las inconclusas y que figuran en mis archivos como ‘en proceso’, o las inéditas, alguien algún día se las tope por ahí y le dé la ventolera de ‘ajustarlas’ y publicarlas. Terrible sería que, para hacerlas parecer concluidas y rentables, ¡les pegue remiendos de estropajo o les quite esto o aquello para volverlas mercancía!
¡Ni qué decir de las publicadas poco leídas en ‘La sociedad de la mentira’!
¿Entiendes, mi querido JAV, la doble esencia de esta congoja?
Al partir yo o mis recuerdos, no se sabe cuándo ni qué primero: hoy, mañana o pasado, ¿quién sería el llamado a retocar las inconclusas y publicarlas junto con las que reposan en gaveta, además de terminar de llevar a cada biblioteca en el mundo, sobre todo a las más apartadas, al menos uno de mis ejemplares? Recuerda que escribo para ser leído.
¡¿Quién, si no tú?!
Aunque, conociéndote como creo conocerte… ¡en parte!, de no poderlo o quererlo hacer, donde quiera sea que estés, ¡nada de nervios, muchacho! Además, nadie sabe que te digo JAV.
Por siempre amigos de letras.
Abrazo planetario desde mi cada vez más difuso Escondite Literario Tropical en las laderas andinas de oriente.