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Saturday, November 23, 2024

El Parral de mis recuerdo

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Maria del Refugio Sandoval Olivas
Hgo del Parral, Chihuahua, México La pasión por escribir se manifestó desde su juventud, consolidando su primer encuentro formal, con su participación en el año 2002 en Historias de Migrantes, en el 2007, responde a    convocatoria emitida por la SEP y su historia de vida docente es seleccionada en la antología“Huellas en el tiempo”. En el 2009 publica el libro autobiográfico “Anhelos, sueños y esperanzas”, en el 2011 “Una Rosa sin Espinas”, 2013 es antologada en “Experiencias directivas exitosas”, 2015 y 2016 antologada en “Monografía de Competencias docentes”, convocadas por ENSECH; colaboradora en el Diseño de guías estatales para trabajar los Consejos Técnicos Escolares, autora de varias ponencias publicadas digitalmente,  como “Oralidad de la Lengua” en Argentina,  asistente y ponente en Congresos Educativos, dictaminadora del Congreso Nacional de Investigación Educativa, cuento “Dulce” publicado en 2018,  “Suspiros rotos” poemario publicado en 2019, cuentito “La navidad y yo” 2019; además,  es editorialista semanal en el periódico “El Sol de Parral”. Jubilada de SEP en el 2017 sigue aportando al sector educativo como: tallerista para padres de familia, docentes, alumnos y público en general. Conferencista en distintos niveles educativos en el estado de Chihuahua. Participante activa en los “Encuentros de escritores parralenses” Cuenta cuentos en preescolar y primaria. Practica el cachibol, en la Delegación de jubilados y pensionados DIV2 Socia activa de la Benémerita y Centenaria “Sociedad Mutualista Miguel Hidalgo”

Partiendo del sentido individual, familiar y comunitario de pertenencia, nexo invisible que une a las generaciones con la tierra que les vio nacer o crecer, de esos hilos intangibles que se van tejiendo entre los habitantes y terruño de un contexto determinado, ya sea por las memorias compartidas, los diálogos ocasionales, archivos, fotografías, museos históricos, pero sobre todo, por las experiencias anidadas en el corazón, que van buscando un hueco en el pensamiento, y ahí subyacen, hasta que emergen cual fotografía que pasa por un proceso de revelado y la imagen empieza a cobrar vida; o en su defecto, cual si fueran flashazos de luz momentánea, permitiendo que la retina del ojo capte la esencia del momento, la arraigue en la conciencia, cual radiografía nítida que espera la visión del experto para emitir diagnósticos y otorgar significados.
Hablar de la ciudad, es hablar de la esencia propia del individuo, su impacto y trascendencia a la colectividad; es capturar en palabras los recuerdos que se han gestado en cada espacio habitado, donde estos, dejan de ser objetos para convertirse en cómplices de sueños, lágrimas y añoranzas. Cada lugar descrito encierra miles de historias de la gente que los ha transitado; las paredes, calles, colonias y edificios nombrados, cobran vida a través del recuerdo, que, al ser evocado, puede visualizarse y reconocer la huella del camino andado.
Basta acercarse a cada espacio emblemático, abrir oídos y corazón para escuchar esas remembranzas que han quedado impresas en el devenir del tiempo. Es necesario, además, aprender a investigar, cuestionar y encontrar las fuentes idóneas que proporcionen suficiente información para entender cada espacio y contexto descrito. Una mirada en retrospectiva para entender el pasado, comprender el presente y dejar un sendero que pueda ser recorrido por otras generaciones.
Cada persona tiene una línea finita, es como un libro en blanco, cuya portada lleva su nombre, y las páginas posteriores se van escribiendo con la tinta que emana de las experiencias de vida; cerrando la última, con la exhalación final, agregando una contraportada con el resumen y recuento de los capítulos vividos.
Algunos personajes, oriundos y foráneos, han llegado para quedarse, trascendiendo el tiempo y espacio; dejando un legado de su obra y participación en los distintos ámbitos: políticos, sociales, educativos y culturales.

El Parral de mis recuerdo
El Parral de mis recuerdo

El Museo de Cera e Historia regional de Parral, instaurado en 2017, rescata la historia y figura de algunos de ellos. Es un centro turístico ubicado en la Casa Elisa Griensen, que fue fundada en 1905 y que también es un edificio histórico. En primera instancia, presenta a Juan Rangel de Viesma (1603-1679), nacido en España y muerto en Parral, sus restos descansan en el Templo San José, como eran los usos y costumbres de esa época. En 1631, descubrió la veta de plata en nuestra ciudad y procedió a su explotación. Su figura de bronce se encuentra también en la Plaza de la Identidad. «Cabe mencionar que el apellído de este ilustre personaje se encuentra escrito de distintas maneras: “Viesma, Viezma y Biezma”, tomando como referencia el que está plasmado en la placa del monumento en su honor».
También está el revolucionario conocido como el “Centauro del Norte” Francisco Villa (1878-1923), en honor a su nombre y aniversario de muerte, siguen festejándose las “Jornadas Villistas”, actividad que atrae a miles de turistas a la ciudad, debido a las distintas actividades que se promueven: cabalgatas, concentrado de motociclistas, foros culturales, presentación de grupos y artistas musicales, obras de teatro, escenificación de la muerte de Villa, entre otros.
Pedro Alvarado (1873-1937), empresario y filántropo humanista que dejó huella en los corazones de los moradores de esta población, así como de la fisonomía de la ciudad. Heredero de la mina “La Palmilla”, construyó para su esposa Virginia Griensen Zambrano un palacio, conocido también como el “Monumento al amor”. Es una obra realizada por distintos especialistas en cantera, mármol, carpinteros y pintores; ambientado de acuerdo a la época porfiriana, con muebles importados del extranjero, en especial de Estados Unidos y Europa. Cuenta con más de cuatro mil piezas como parte de su acervo patrimonial. A partir del 2003 abre sus puertas como Museo y Centro Cultural.
Otros personajes son nombrados y exhibidos en este Museo de Cera, entre ellos se encuentran: el General Maclovio Herrera, Nelly Campobello, Carlos Montemayor, Antonio Ortiz mena, Aurora reyes, Carlos Isaac Lara, Federico Stallforth, Guillermo Baca, entre otros.
Parral es considerada como la capital del mundo”, porque la memoria solo recuerda aquello que le es significativo y de acuerdo a datos bibliográficos, en tiempos de la colonia, las minas de plata de la ciudad tenían una producción de hasta 500 toneladas de minerales puros, por lo que fue el Rey Felipe IV, quien le otorgó la distinción de “Capital del mundo de la Plata”, perdiéndose con el tiempo las tres últimas palabras.
También es conocida como la “Sucursal del cielo”, ya que en 1943 fue bautizada con esta nomenclatura por el arzobispo Luis María Martínez, como una muestra de gratitud a la fe mostrada por sus feligreses.
Hay varios edificios emblemáticos: destacando la mina “La prieta”, misma que no está en producción desde 1974, pero se ha convertido en un centro turístico, que invita a descender hasta 87 metros bajo el tiro “La Aguileña”. Estas visitas guiadas permiten reconstruir el pasado y comprender algunos eventos que hasta la fecha siguen presentándose, como el silbato de la mina, que deja escuchar su sonido a las 12:00 del mediodía y a las 22:00 horas, pero que, en esos tiempos, era un aviso a la población, alertando sobre un accidente acontecido en su interior.
Gracias al descubrimiento y explotación de la Mina “La Palmilla”, por Pedro Alvarado a finales del siglo XX, quedaron vestigios permanentes del auge económico de la ciudad, tales como: “El Palacio Alvarado”, “La casa Griensen”, “La casa de los Stallforth”, mismas que han sido rescatadas y rehabilitadas por el gobierno de Chihuahua para pasar a ser patrimonio cultural histórico.
El panteón municipal “Dolores”, es considerado “Museo de arte funerario”, por sus esculturas fúnebres, pórticos y capillas que albergan los restos de personajes célebres de la ciudad. Hace más de una década, se viene llevando a cabo una representación teatral en el marco del día de los difuntos celebrado en el mes de noviembre, lleva por nombre “Platicando con los muertos”, donde se dan cita más de ochenta actores, quienes hacen un recorrido por cuarenta y nueve estaciones, donde escenifican y dan a conocer diversos aspectos y características del contexto histórico del personaje representado.
Parral y sus puentes, plazas, colonias, barrios, calles y sobre todo su gente; es un compendio que alberga sueños, ilusiones, esperanzas, recuerdos y añoranzas traducidos e interpretados por el pincel del pintor, por la lente de la cámara fotográfica; por la letra de sus canciones, por poetas y escritores que han plasmado en sus letras esta historia que sigue viva en memorias y corazones. Por los políticos que han apoyado a través de su gestoría, en el embellecimiento y rescate histórico de sitios y edificios emblemáticos; por los maestros que enseñan en el aula a amar sus raíces, a conocer su pasado; por las generaciones que han dejado su legado, por todos y cada uno, que, en medio de la complejidad trazada por los años y contextos, han logrado unir los eslabones del ayer.
Esta es la historia de mi ciudad, de mi familia y de algunos recuerdos que siguen almacenados en ese baúl del pensamiento y hoy son traídos a colación, donde las letras se encargan de darles ese soplo de vida y la permanencia a través del tiempo.
Estas son algunas de las memorias cuyas características considero preponderantes acerca de la cultura de mi pueblo, mismas que me permito relatar en una línea cronológica a través de seis décadas de existencia, con una óptica personal que describe brevemente, las influencias del contexto familiar, económico, político y social de los tiempos descritos; concatenando personajes, hechos, lugares y acciones, además de capturar con la magia de las palabras, el impacto de emociones y sentimientos generados que aún prevalecen a lo largo del tiempo.
Estoy consciente que estas evocaciones pueden encontrar ecos y semejanzas en muchas personas; espero, que las distintas aportaciones que se escriban para este fin contribuyan en el desarrollo de esa memoria histórica del Parral del ayer, que esos fragmentos se conviertan en retazos que, al unirse con el fino hilo del recuerdo, encuentren su cohesión y coherencia en el lector del presente y del futuro.
Hago reminiscencias a ese Parral en los finales de los años sesenta, nací en 1963 en el poblado cercano que lleva por nombre Balleza, cobijada en el estado grande de Chihuahua. Mis padres se mudaron a esta ciudad, en búsqueda de esa fuente de trabajo que brindara un sustento más seguro y una mejor calidad de vida personal y familiar.
Vivimos en distintas vecindades, una de estas, se encontraba por la calle Jesús García y Mina la Negrita, solo era un cuarto grande que hacía las veces de cocina y recámara, mismo que por las noches se transformaba en aposentos para descansar, con cobijas tendidas sobre el suelo para albergar los sueños de una familia de seis hijos, mamá, papá, además de tres o cuatro muchachas venidas del pueblo que se desempeñaban trabajando como cocineras, recamareras o en la completa atención del hogar donde eran contratadas. Nuestras necesidades básicas estaban cubiertas, contábamos con un techo sobre nuestra cabeza, vivienda con electricidad, piso de cemento, agua entubada, y un baño compartido en el patio. Enfrente de la fotografía Martel se encontraba el mercado donde se vendía el mandado y enseres necesarios para el día; al no haber refrigerador en casa, era más sencillo hacer las compras del día, por lo que bastaba tomar la red, bajar la calle y teníamos al alcance la carnicería, tienda de abarrotes, frutería, entre otras.
Uno de los edificios emblemáticos que recuerdo haber visitado con frecuencia en mi niñez es la radiodifusora XEGD, esta, ha permanecido en el mismo espacio por casi siete décadas; en ese entonces, estaba efectuando sus primeros años de transmisión, bajo la voz del locutor y cronista deportivo y cultural, Rafael Velázquez Soto, quien se inicia en el mundo de la locución a sus catorce primaveras y se retira de los micrófonos hasta el año 2017.
Es así como llegábamos hasta sus oficinas, porque esta radiodifusora era el medio de comunicación no solo en la ciudad, sino que las noticias llegaban hasta nuestro pueblo, siendo la manera más pronta y usual de enviar y recibir mensajes y avisos; por otra parte, porque mi hermana Carmen Ofelia, quien posee desde siempre, un color de voz increíble, su tono, ritmo, armonía y amor por la música ranchera le han acompañado desde que empezó a hablar; motivo por el cual, desde que era una chiquilla, acudía a la invitación emitida para cantar en el programa de aficionados con los “Rancheritos de la Sierra”, sin más premio que la satisfacción de ser escuchada y escalar esos peldaños personales de satisfacción al compartir algo que se sabe hacer. Mamá y yo permanecíamos afuera de la cabina, con el corazón saltando en el pecho por el orgullo de escuchar las notas musicales y el certero acompañamiento vocal de mi hermana.
Hace poco tiempo, efectué una visita a ese lugar y al detenerme a observar la galería de fotos del recuerdo que dan testimonio de su historia, me encuentro con la fotografía de la señora Rita Ofelia Gallegos Monárrez tomada en 1965; en ese tiempo, contaba con escasos ocho años de edad y su imagen quedó capturada por la lente de la cámara y colocada en esa pared de los recuerdos. Ella también compartía esa pasión por el canto y asistía al programa de aficionados.
Siguiendo en esa línea cronológica de estas evocaciones, recuerdo que la Avenida Maclovio Herrera estaba a unos pasos de nuestro hogar, por lo que salíamos a deleitar la vista ante los aparadores de las tiendas y si teníamos suerte, a saborear un delicioso cono con nieve de chorro o pasearnos en el caballito eléctrico que posaba enfrente de la tienda “La Estrella”, propiedad del señor Guillermo Daher.
En ocasiones esperábamos a mi hermana a la salida del trabajo; la plaza Guillermo Baca era el espacio ideal para sentarnos, descansar y disfrutar la vista de cientos de palomas revoloteando a nuestro alrededor; gente devota entrando y saliendo de la iglesia de la Soledad y Catedral de Guadalupe, niños corriendo esperando que algunas chispas de la fuente llegaran hasta sus cuerpos; la sonrisa pícara al observar el monumento desnudo “El buscador de ilusiones”, inspirado en los gambusinos que llegaron tras la esperanza de obtener metales preciosos adheridos al interior de la mina; esta figura, sostiene un plato con fragmentos de metal. Este monumento fue instalado en 1906, se retiró para restaurarse y volvió a su lugar de origen en el 2017.
Nuestro siguiente lugar de residencia fue una vecindad ubicada en la calle Maclovio Herrera 125, arriba del edificio que ocupa “Luna, Bienes y Raíces”, por lo que el margen de recuerdos del Parral de esa época es muy similar. Sírvase la mención de este nombre para abrir un paréntesis y hacer alusión a un personaje, cuya figura es emblemática en esta ciudad, Don Jesús Luna Sauceda, nace en 1934 y en el año 2020 tuve el honor de escribir su biografía, apoyada en documentos históricos, en entrevistas, fotografías y sobre todo en la privilegiada memoria que posee este personaje. Él se destacó en su juventud como deportista de basquetbol y boliche, aprendió y ejerció con maestría el arte de la sastrería, comerciante líder y emprendedor, perteneció a muchas agrupaciones y asociaciones civiles como la Cámara Junior, la Benemérita Sociedad mutualista «aún miembro honorario», el Club de Leones, Cámara de Comercio, Servicios y Turismo de la ciudad de México (CANACO) y a la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX). Fue testigo, gestor y promotor de la fundación del Tecnológico de Parral, así como de la Cruz Roja, entre otras muchas actividades que realizó en pro del beneficio comunitario.
Volviendo a la línea del tiempo situada en 1969, nuestra siguiente vivienda fue en la calle Villa Escobedo, el dinero solo alcanzaba para pagar la renta en vecindades, siendo estas, la única experiencia con relación a la descripción de hogar, que se registró en mis primeros años, donde debíamos de lavar el sanitario después de usarlo, ser rápidos en las duchas y tener nuestros propios colgaderos de ropa en el patio. Esas situaciones jamás fueron sentidas o visualizadas como impedimento para ser felices, porque donde prevalece el amor y la unión familiar se cuenta con lo indispensable para forjar los cimientos del bienestar familiar.
Corría ese mismo año, cuando me matricularon en la “Casa hogar” ubicada en la calle Río Lerma, colonia la Peña; «lugar que hasta la fecha presta sus servicios de manera similar» además de ofrecer educación primaria, había alberge, alimentos y cuidado para los niños huérfanos, abandonados o cuyos padres «como en mi caso», trabajaban jornadas largas y no podían atendernos. La monja y maestra que guio mis manos por el trazo de las primeras letras y mi enseñanza cristiana preparándome para recibir el sacramento de la primera comunión, siempre estará en mi corazón, incluso, la primera muñeca que tuve, fue bautizada en su honor, con el nombre de Susana.
Para 1970 mi hermana contrajo matrimonio con el señor Germán Pérez Talamantes, él, prestaba sus servicios como jornalero en la pasteurizadora “Zaragoza” propiedad del señor Isauro Medina y Paty Hinojos. Atendiendo a los usos y costumbres de ese tiempo, ella renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado del hogar, situación más que favorable para nuestra familia; dejé la casa hogar e ingresé a la escuela primaria Melchor Gándara 2056, estaba muy cerca de nuestra casa, podía ir y regresar caminando sin problema y ella estaba al pendiente de las reuniones escolares, adquiría los materiales requeridos, «como cuando nos solicitaron calzar botas con el uniforme para declamar la poesía coral “Cuando mis labios aprendieron a decir mamá”, no había dinero para ello, pero buscó al zapatero para que cociera unos tubos de hule negro que asemejaran el cuerpo de la bota; ella además, se encargaba de preparar los alimentos mientras mamá trabajaba.
Mi maestra de 2º, “Esther Flores Herrera” (†) un ángel encarnado en mujer y mentora, vivía pasando el puente Manuel Bernardo Aguirre, era una persona tan amorosa y espléndida, me invitaba a su casa para jugar con su hija Graciela Armendáriz, «hoy maestra jubilada», horneaba deliciosas galletas y me hacía sentir como una invitada muy especial.
Fue en ese año cuando me inculcaron el amor por la lectura, la directora del plantel, la maestra Bertha Rosales, pasaba dos veces por semana a compartirnos el cuento de “Alicia en el país de las maravillas”, después fueron otros títulos, pero ese, despertó mi imaginación de tal manera, que lo solicité prestado y lo leí en varias ocasiones.
También en ese contexto escolar, conocí a una gran amiga, María Luisa Rivera Morales, una niña que compartía conmigo su tiempo, amistad, lonche, juegos y sueños, disfrutaba el visitar la casa donde vivía con su tía doña Cristina «Manuel Chao No. 20», direcciones y momentos que se quedan por siempre en el baúl de los recuerdos.
Cuando cursaba tercer grado, ocurrió una tragedia familiar, de esas que llegan vestidas de casualidad y excusadas en el libro del destino; mi padre murió. Entonces nuestro mundo se cubrió de oscuridad, la ciudad dejó de ser esa esperanza maravillosa que siempre habíamos buscado, mamá decidió que nos devolviéramos al pueblo, y aunque yo salí de Parral, este jamás salió de mi corazón. En cada oportunidad, venía a visitar a mi hermana, ella vivía en una vecindad en la calle Ángela Pérez No. 15, ya tenía dos de sus hijas, la lavadora era un artículo inalcanzable y poco conocido en esos tiempos y en la vecindad no había un lugar para lavar a mano, motivo por el cual, todas las mañanas salíamos a unos lavaderos públicos comunitarios que se encontraban en la Peña. Disfrutaba escuchar las pláticas de una veintena de señoras que contaban los últimos acontecimientos del día, las mujeres que se dedicaban a lavar ropa ajena, se adjudicaron su lavadero privado, y aunque no había nada escrito, se respetaba el derecho de uso. Un nombre que viene a mi memoria es el de una señora conocida como “Lupe, la pecadora”, ella tenía una sonrisa franca y una conversación fluida, además de que siempre estaba ahí, con enormes cantidades de ropa sucia.
En esa casa cultivé muchas amistades que hasta la fecha conservo, la familia de la profesora Mayela Chávez y del profesor Pedro Moriel; hoy en día, compañeros de Jubilados y Pensionados de la Delegación D-IV-2, seguimos compartiendo distintos escenarios y momentos de nuestra existencia.
La línea del tiempo presenta una gran diversidad de escenarios, personajes y hechos con respecto a los recuerdos que hoy cobran alas. Me siento orgullosa de reconocerme parralense, ser parte de su evolución e historia y que haya sido cuna del desarrollo de mi familia. Actualmente gozo de la alegría de ser una maestra jubilada, que cumplió, creció y aportó a la comunidad educativa desde distintos ámbitos, niveles y espacios.
Pertenezco a la Benemérita y Centenaria Sociedad Mutualista Miguel Hidalgo, al grupo de jubilados y pensionados Delegación D-IV-2; soy voluntaria de la sala de lecturas “Leyendo y reconstruyendo”, tallerista de “Sueños de letras”, directora de la página y grupo de Facebook “Utopía poética filial Chihuahua”, amante de la vida, deseosa de saborear las mieles que nos brinda la naturaleza y las personas con las que tenemos la suerte de coincidir y convivir.
A sabiendas de que las historias cobran vida y significado en la medida que alguien las captura para que sean conocidas, la encomienda de esta crónica es perpetuar y trascender su esencia a través de generaciones actuales y futuras.
Las personas tenemos un breve tránsito por el mundo, las ciudades y todo lo que las circunda, se quedan como fiel testimonio de ese tiempo; estas guardan memorias, basta escuchar sus susurros, rescatar los testimonios que han quedado atrapados en paredes, en cimientos, en los árboles, ríos y veredas, en archivos históricos, leyendas y tradiciones, en el tiempo.
Termino estas reminiscencias con la frase introductoria de la melodía “Coincidir” (1984) de Alberto Escobar: “Soy vecina de este mundo por un rato/ y resulta que también tú estás aquí/… “.

El Parral de mis recuerdo
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