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Sunday, June 1, 2025

La carrera 2 bis

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Wilson Rogelio Encisohttp://wrenciso.com
Chaguaní, Colombia (4/15-julio-1958). Laboró con el Estado colombiano (1978-2015) y ejerció la docencia universitaria entre 1986 y 2012. Obras publicadas: La iluminada muerte de Marco Aurelio Mancipe, 2016, novela. Con derrotero incierto, 2017, novela. Enfermos del alma, 2018, novela. El frío del olvido, 2019, novela. Amé en silencio, y en silencio muero, 2017, compilación de narraciones románticas. Matarratón, 2021, novela El valle de las apariciones – Novela Coral, 2022, novela Berenice, una mujer feliz, 2022, novela. Sin afán ni olvido, 2023, novela. Historias guardadas, 2023, novela. ENTROPÍA, 2024, novela. Canto Planetario – Hermandad en la Tierra, 2023, compilación, participante. Relatos subcontinentales imperfectos, 2024, compilación de historias cortas. Relatos y cuentos en Revista Latina NC y otros medios en España, Estados Unidos y América Latina. Gestor de la iniciativa literaria: Una novela para cada escuela. Premios literarios: IV y V Premio Mundial “César Vallejo”, modalidad de literatura, 2023 y 2024; International Latino Book Awards, en la categoría Mejor Novela de Ficción en Español, por la novela 'La iluminada muerte de Marco Aurelio Mancipe', Los Ángeles, California, 2019, 2do lugar; Séptimo Premio de MICRORRELATOS REVISTA GUKA 2019 y Mención especial en MICRORRELATOS REVISTA GUKA 2020, Buenos Aires, Argentina.

En sus respectivos hogares y en casas diferentes pero vecinas, durante toda la vida, desde niños, Adalberto y Eleonora vivieron en esa empinada y sesgada vía corta de una cuadra larga.
Cuando lotearon la inmensa finca Bello Horizonte, por sus vistas privilegiadas en ese entonces, y la convirtieron en el barrio popular donde sus primeros habitantes fueron trabajadores de la Empresa Capital de Servicios de Aseo, por ahí bajaba un impetuoso arroyo que en invierno lo inundaba todo y amenazaba la estabilidad de las cimentaciones, las vías y la megaempresa ladrillera, pocas cuadras abajo. Gran parte de sus turbulentas aguas iban a dar al plancito del potrero. En este, durante los setenta, o antes, tras soterrar aquel cauce, construyeron una cancha múltiple y le colocaron un nombre sugestivo. Ahí realizaban, y todavía, concurridos campeonatos de microfútbol.
En esa cuadra larga, la carrera 2 bis, viví por casi veinte años. Esto me permitió conocer de soslayo algunos fragmentos de las historias de sus habitantes antiguos, así como las de unos pocos nuevos, con quienes llegamos al sector durante los ochenta.
De Adalberto y Eleonora recuerdo que cada uno, para entonces, tenía su respectivo hogar y pareja, él con dos hijos, los de ella eran tres.
Adalberto enviudó unos años después de haberme aparecido en ese bullicioso y populoso sector, pero siguió viviendo solo, ahí mismo; sus hijos migraron en busca del sueño americano. Él tenía su casa ubicada hacia el final de la cuadra, esquina norte, por la otra acera en donde, en la mitad, casi al frente de la que compré con el préstamo que me hizo el Fondo de Ahorro de Empleados Nacionales, vivía Eleonora con su gentil esposo e hijos volantones.
Meses antes de vender aquel viejo caserón e irme para un apeñuscado apartamento al otro extremo de la ciudad, Eleonora enviudó, pero siguió viviendo en su casa, al igual que lo hizo Adalberto en la suya tiempo atrás al quedarse solo. Este, diez años mayor que ella y quien para ese momento lucía una cabellera por completo preñada de canas, sin que esto le quitara su caminado altivo, decidido y, ahora que lo evoco, hasta arrogante y presumido.
Al parecer, a Eleonora el luto marital le regaló una sonrisa que antes le era esquiva y traía apretada… o tal vez muy disimulada en público.
Para sorpresa de casi todos los habitantes de aquella empinada y sesgada vía corta de una cuadra larga, la carrera 2 bis, excepto para algunos pocos vecinos y muy cercanos a estos, tal vez sus más que reservados cómplices de tiempo atrás, quizá desde adolescentes, tres meses después de fallecido el esposo de Eleonora, el par de viudos desarroparon su añejado y preservado amor.

Un amor desde y para siempre

Desde entonces se les ve por la calle cogidos de la mano y darse besos como quinceañeros, tal vez como cuando a escondidas se enamoraron y juraron que, así les tocase otras parejas, como lo querían y les impusieron sus respectivos padres, porque aquellas familias eran rivales desde su llegada al improvisado barrio, por siempre se amarían y esperarían lo que fuese menester para hacerlo público y gritar a los cuatro vientos que, aunque en secreto, a escondidas, desde muchachos se amaron. Que, con mayor razón, ahora de viejos lo seguirían haciendo, pasara lo que pasara, dijeran lo que dijeran.
Ahora… ¡qué más daba!
El tiempo apremiaba.
A nadie importarle debía
Que aquellos viejos se amaran.
¡Qué más daba que se besaran!
Amores añejos sus almas unían.

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