Aquel certamen era como el queso artesanal, el hecho a mano a partir de experticia campesina y recetas ancestrales. Era un producto original que hablaba de la satisfacción y del esmero de sus ignotos productores para que su sabor, aunque complejo, asà como su forma caprichosa y olor singular que solo el tiempo le daba, cautivara la pupila, el paladar y la mente del lejano y desprevenido consumidor al abrir las hojas que contenÃa tal literario manjar y que, al interiorizarlo, además del disfrute a plenitud que le producÃa, le ponÃa alas a su imaginación.