Se levantó con el cuerpo lleno de escamas y tejidos cartilaginosos. No podía respirar… Saltó de la cama al piso. No cesaba de contonearse por todo el suelo. El ritmo cardiaco se aceleraba. Las escamas se confundían con el suelo. No entendía qué sucedía con su organismo...
Soy devota de ese instante de tu voz…
sisea un canto de sirena
en mi piel remota de luz
Farola anunciante de tinieblas
o centelleos de explanadas por brotar...
Refúgiate en las andanzas de mi piel
Serás acogido como tierra floresta
o campo por espigar
Rociaremos vendavales
de gemidos desconocidos
por nuestros cuerpos
hasta alcanzar la conjugación perfecta
de tu voz
Conforme a su voluntad
caminé desabrigada de soplo propio
revestida de galones ancestrales
mi canto destronado
no retoñaba soles
ni pregonaba aires redentores...
Ella vendía su amor impuro en las calles. Necesitaba borrar la huella del tío, el abuelo y el padre. En cada encuentro sexual vengaba el rastro del dolor… Cuando finalizaba el recorrido nocturno, encendía una fogata en la parte trasera de su patio y quemaba la ropa. Mientras se desnudaba, repetía como un mantra: “Desarticulo todo tacto, apropiación o violación a mi ser. Convierto en cenizas la voluntad de poseer bajo el sello del dominio”.
El arte de contar en pocas palabras ha sido y es pariente consanguíneo de la poesía. Y es que la poesía y la narrativa han estado vinculadas. ¿O acaso la épica y aquellos cantares de gesta no fueron concebidos en verso por los juglares? No han estado tan lejos la una de la otra. Sucede que durante este último siglo la pluma ha revisitado con otra consciencia este nuevo género; piénsese en Inventario de José Emilio Pacheco o Azul de Rubén Darío, por mencionar algunos, o quizá toda la prosa poética en la que los escritores han elegido contarnos sus historias. Por eso, a una poeta de las intensidades, como es Mayra R. Encarnación, le es inherente construir una voz narrativa que también tenga trazos poéticos en sus historias.
Tiempo muerto
Visité la penuria de tu piel
en la desembocadura
de mi apetito
Acerqué mi almizcle a tu esfera
Tus ojos rebosaron
las ansias por recorrer
desposeer
consumir
desconocer
Encontraste en mi pupila la fuerza de tu desvelo