Hoy tengo el honor de entrevistar a una gran mujer: Irene Doura Kavadia. Su sonrisa, su cercanía y su simpatía hacen que, además de ser una escritora con una amplia trayectoria, resulte una persona con la que es fácil conversar y aprender. Desde muy joven comenzó a escribir, y a lo largo de los años ha publicado 21 libros en distintos géneros, aunque es en la poesía donde encuentra su verdadera voz.
En esta charla nos comparte sus recuerdos de infancia, las influencias que marcaron su camino, su visión sobre la poesía en el mundo actual y los proyectos que la motivan en el presente.
• Desde pequeña sabías que querías ser escritora. ¿Recuerdas tu primer escrito?
Sí, desde que era apenas una niña sentí la llamada de la escritura como un destino inevitable. Recuerdo con especial cariño mis primeros relatos de misterio, sobre un grupo de escolares y su perro que buscaban la solución a enigmas en castillos abandonados o en su propio vecindario, inspirados en los libros de aventuras juveniles que tanto me gustaba leer. Tenía solo ocho años cuando me atreví a trazar aquellas primeras aventuras en el papel, trabajando los personajes y coloreando sus rostros con los ojos de mi alma. A los doce, pedí a mi madre una máquina de escribir —no había ordenadores entonces— y ella, con aquel gesto de amor, me dio la herramienta que selló mi decisión de convertirme en escritora. El “clic-clac” de las teclas se convirtió en la música de mis primeros sueños literarios. Escribir para mí no fue nunca un pasatiempo; fue el primer susurro de una vocación, la primera chispa de un fuego eterno.
“Escribía antes de conocer el peso de las palabras — y aún así me llevaban como alas.”
• ¿Compartiste tu pasión literaria con tu familia o tus amigos?
Mi familia siempre me acompañó, aunque al principio no pudieran comprender del todo la magnitud de esta pasión. Mi madre fue mi primera cómplice: ella me regaló mi máquina de escribir y alentó mi vigilia creativa. Con el paso de los años he compartido con amigos y seres queridos no solo mis textos, sino también la convicción de que escribir es una forma de vivir intensamente, de transformar la experiencia en palabras, y las palabras en testimonio eterno. Y sí, mi primer poema lo leí a mis amigos más cercanos en el recreo del colegio. Aquello fue apenas el comienzo; la tímida revelación de una voz que tenía que ser expresada.
• ¿Alguna anécdota entrañable de tus comienzos?
Una que guardo con mucho cariño es precisamente el día en que recibí mi máquina de escribir. Cuando mamá la colocó sobre mi escritorio me quedé mirándola con asombro: era un tesoro sagrado para mí. Pero no era, claro está, un juguete, sino una máquina profesional: pesada, ruidosa, difícil de usar con los dedos diminutos de la adolescencia naciente, y sin embargo para mí era la llave de un universo infinito de posibilidades. Esa misma emoción me acompaña todavía cada vez que empiezo una nueva obra en mi portátil hoy.
• ¿Qué escritor o escritora te inspiró a seguir este camino?
Fueron muchos, en distintas etapas: Homero y los trágicos griegos, que me enseñaron la grandeza del destino humano; Cavafis, mi favorito, que abrió una puerta a lo más íntimo de la conciencia; y más tarde, Wilde, Shakespeare, Poe, Brecht, Gibran… Cada uno dejó una huella, una chispa de inspiración dentro de mí. Pero si debo elegir, diría que la vida misma, con sus misterios, luces y sombras, ha sido siempre mi mayor inspiración, junto con la propia Musa.
• De tus 21 libros, si tuvieras que quedarte con un solo género, ¿cuál sería?
La poesía, sin duda. Aunque he explorado novelas, cuentos, ensayos, relatos infantiles, misterio, incluso lo policial, la poesía es el género que más me libera. Es mi amiga leal, la que me sostiene en las noches de insomnio, la que me permite unir el mundo exterior con mi universo interior. Es el llamado de la Musa que me revive, y yo la sigo en los reinos de la pasión y la inspiración divina.
• Si pudieras pintar uno de tus poemas, ¿qué colores y formas usarías?
Ya tengo un poema titulado “Celeste”. Así que, sin duda, lo pintaría con infinitos azules del mar y del cielo y dorados luminosos, con la transparencia de un mar griego y la calidez de la aurora. Formas fluidas y libres que evoquen tanto la suavidad del viento como la fuerza de las olas. Mis poemas son exactamente eso: las chispas del agua, la frescura, la calma del crepúsculo y la pasión de la luz y el fuego encontrándose en el mismo lienzo. Como el sol y la luna envolviéndose uno al otro en perfecta armonía. Mi naturaleza gemela es así también. En color y en verso, soy tanto serenidad como llama.
• ¿Cómo ves el futuro de la poesía en un mundo tan digital?
Creo que la poesía siempre seguirá siendo una pasión, así como un refugio para la humanidad. Ninguna pantalla puede reemplazar la vibración íntima de un verso. En la era digital, en efecto, la poesía se multiplica, viaja, se traduce, llega a rincones inimaginables, lo cual, en esencia, es positivo. Sin embargo, su núcleo permanece igual: ser el espacio donde el alma se reconoce y se reencuentra. Y el mundo digital no tiene alma; es un lugar al que solo los humanos pueden darle sentido al llevar dentro de él la llama de sus mundos interiores. La poesía será siempre esa llama, recordándonos lo que nunca podrá ser codificado: la esencia misma de lo humano.
• Háblanos de Irene en su vida personal.
“Camino la orilla recogiendo caracolas de verdad,
cada una una palabra, cada una una oración.”
Soy una mujer apasionada por el conocimiento, profundamente sensible, compasiva, amorosa. Exigente conmigo misma y también soñadora. Una incansable buscadora de verdad y belleza, alguien que se deleita en la naturaleza, en el silencio del mar, en los momentos con los seres queridos. Una eterna buscadora de la luz y apasionada defensora de los grandes valores de la humanidad: igualdad, solidaridad, fraternidad, paz. La Irene personal y la Irene escritora son, en realidad, una misma: ambas viven con intensidad y con fe en el poder transformador del amor, de la palabra y de las bellas artes. No uso diferentes máscaras en la vida y en el arte: los vivo como una sola unidad, la de la pura verdad.
• Si existiera una máquina del tiempo, ¿a qué momento volverías?
Quizás volvería a la infancia, a esos momentos de pura inocencia en los que todo era promesa. Iría allí un rato para recordarle a la niña interior sus sueños del pasado, solo para decirle que nada es imposible. Le diría que confiara más en sí misma y que la vida es un viaje destinado a vivirse intensamente. Sin embargo, no me quedaría allí ni cambiaría nada. ¡Ni lo más mínimo! Cada paso que di, cada camino que recorrí, incluso cada lección aprendida con dificultad, me ha llevado a ser quien soy hoy. Y a quien soy, la abrazo con gratitud. Estoy agradecida, porque he logrado mucho más de lo que jamás soñé.
• Hablas seis idiomas — ¿en cuál te inspiras más para escribir poesía?
Con mayor frecuencia en mi lengua materna, el griego, porque es la raíz de mi pensamiento. Me resulta natural siendo descendiente de Homero. Sin embargo, cada idioma ofrece un matiz distinto, su propia melodía. En inglés hallo estructura, en francés musicalidad, en español pasión, en alemán profundidad filosófica, como en mi propia lengua. Cada uno es una ventana —y a veces es el propio poema el que decide en qué idioma desea nacer.
• ¿Qué idioma te parece más poético?
Cada idioma tiene su música interna, pero el griego, con su herencia milenaria, resuena de un modo único en mí. Aun así, el español me resulta intensamente poético también, lleno de fuerza y ternura, sobre todo de pasión. En cuanto a mis textos, algunos han sido traducidos a más de veinte idiomas, prueba de que la poesía no conoce fronteras.
• ¿Qué significó para ti Canto Planetario?
“Cuando muchas voces tejen una sola canción,
la tierra misma se convierte en un poema.”
Fue una antología, pero en esencia un himno a la fraternidad universal. Formar parte de una obra con 268 voces de 110 países y 77 lenguas fue una experiencia profundamente humana. Sentí que la literatura es realmente un puente que une las almas más allá de las diferencias, un canto colectivo por la paz y la esperanza.
• Háblanos de tus proyectos futuros.
Trabajo en muchos proyectos y ámbitos distintos. Mencionaré solo algunos aquí: una antología internacional titulada Vox Orbis de Writers International Edition como Editora en Jefe, bajo el liderazgo de su ilustre Presidente, el Prof. Preeth Nambiar, dedicada a la luz, al amor y a la paz. Como Directora y CEO de la International Language, Translation and IT Academy, estoy trabajando en nuevos libros para facilitar la enseñanza del inglés como lengua extranjera, como manuales de gramática (co-escritos con el Prof. Preeth Nambiar), un libro sobre cómo redactar buenos ensayos, un manual para adultos, entre otros. También soy conferenciante en varias instituciones, ofreciendo discursos y seminarios en múltiples campos. Escribo además una serie de libros sobre self-coaching, empoderamiento de la mujer, acoso escolar, entre otros. Co-organizo y coordino conferencias internacionales y proyectos culturales que reúnen a intelectuales, escritores y artistas de todo el mundo en mi calidad de Secretaria General de la Writers Capital International Foundation y Vicepresidenta de los Festivales Panorama, así como Vicepresidenta del Global Vision Summit bajo la visión del Presidente Prof. Preeth Nambiar. En resumen, mi objetivo sigue siendo el mismo: construir puentes y dejar un legado de amor, luz y versos dedicados a la humanidad.
• ¿Dónde te ves dentro de diez años?
“Dentro de diez años seré la misma llama —
solo más brillante, solo más amplia en su abrazo.”
¡Esa es una muy buena pregunta! Me imagino todavía leyendo y escribiendo con la misma pasión, rodeada de libros, estudiantes y creadores de todas las latitudes. Espero sinceramente que el Señor me haya concedido fundar mi propia Universidad abierta, quizá el único sueño que aún no se ha materializado, y poder ofrecer educación a los más necesitados. También me veo viajando, sembrando amor y esperanza. Y por encima de todo, me veo permaneciendo fiel a lo que siempre he sido: una mujer que cree que con la palabra y el amor podemos cambiar el mundo. Diez años más adelante no veo arrugas de edad; veo más madurez y líneas de poesía, grabadas más profundamente en mi alma.
Ha sido un verdadero placer conversar con Irene Doura Kavadia. Su cercanía, su simpatía y la pasión con la que habla de la literatura hacen que cada respuesta sea una lección y, al mismo tiempo, una caricia al alma. Le agradezco profundamente el tiempo que ha compartido conmigo y con todos los lectores, y le deseo que continúe iluminando el mundo con sus versos, sus proyectos y su incansable labor cultural.
(Aquí les dejo el enlace de una entrevista que realizó hace un tiempo el escritor, gestor cultural y compilador de Canto Planetario Carlos Javier Jarquín: