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Monday, May 12, 2025

Danza y memoria. Un viaje de pasión y cultura

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Maria del Refugio Sandoval Olivas
Hgo del Parral, Chihuahua, México La pasión por escribir se manifestó desde su juventud, consolidando su primer encuentro formal, con su participación en el año 2002 en Historias de Migrantes, en el 2007, responde a    convocatoria emitida por la SEP y su historia de vida docente es seleccionada en la antología“Huellas en el tiempo”. En el 2009 publica el libro autobiográfico “Anhelos, sueños y esperanzas”, en el 2011 “Una Rosa sin Espinas”, 2013 es antologada en “Experiencias directivas exitosas”, 2015 y 2016 antologada en “Monografía de Competencias docentes”, convocadas por ENSECH; colaboradora en el Diseño de guías estatales para trabajar los Consejos Técnicos Escolares, autora de varias ponencias publicadas digitalmente,  como “Oralidad de la Lengua” en Argentina,  asistente y ponente en Congresos Educativos, dictaminadora del Congreso Nacional de Investigación Educativa, cuento “Dulce” publicado en 2018,  “Suspiros rotos” poemario publicado en 2019, cuentito “La navidad y yo” 2019; además,  es editorialista semanal en el periódico “El Sol de Parral”. Jubilada de SEP en el 2017 sigue aportando al sector educativo como: tallerista para padres de familia, docentes, alumnos y público en general. Conferencista en distintos niveles educativos en el estado de Chihuahua. Participante activa en los “Encuentros de escritores parralenses” Cuenta cuentos en preescolar y primaria. Practica el cachibol, en la Delegación de jubilados y pensionados DIV2 Socia activa de la Benémerita y Centenaria “Sociedad Mutualista Miguel Hidalgo”

Hay recuerdos que perduran en la mente, mientras otros se van difuminando con el paso del tiempo. La memoria selectiva conserva fragmentos dispersos; las imágenes capturan momentos, posturas, instantes congelados; los videos permiten recrear escenarios, personajes y hechos. Pero es la escritura la que proporciona los hilos y los nexos necesarios para que el lector se convierta en parte activa del relato, con la capacidad de extender su imaginación, dar forma y significado a lo leído, y entablar un diálogo íntimo y enriquecedor con el texto y su autor.
Consciente de este poder, deseo atrapar en palabras lo que veo, lo que admiro y lo que toca mi alma. Porque las personas estamos hechas de emociones, de sentimientos, de vivencias y recuerdos; de la educación formal e informal que recibimos, y de las experiencias que van moldeando nuestra existencia.
La danza folclórica ha ocupado un lugar preponderante en mi vida. No solo por el profundo respeto y amor que siento hacia este arte, en el que el cuerpo, el vestuario, los movimientos y la escenografía nos conducen a través de historias, leyendas y tradiciones de nuestro país, sino porque ha sido una pasión cultivada con los años.
Desde niña participé en los festivales escolares de mi comunidad. Más adelante, tuve la fortuna de integrarme a un club de danza, donde, además de aprender, compartíamos con la gente del pueblo el valor de la danza folclórica y el legado cultural que representa.
Como docente, impartí esta disciplina en educación secundaria, lo que me motivó a perfeccionar mi técnica y ampliar mis conocimientos en la ciudad de Chihuahua. Allí conviví con jóvenes entusiastas de varias regiones del país, todos con experiencia y talento, pero también con el deseo de profundizar en sus saberes y contar con un documento que acreditara su formación.
Durante años, los pasillos de la entrada de la escuela fueron mi escenario. Allí compartí con mis alumnos el orgullo de nuestros bailes y danzas, así como la trascendencia cultural que encierran.
Con el tiempo, asumí otros cargos en el ámbito educativo y dejé de impartir danza directamente. Me dediqué a funciones más pedagógicas y administrativas. Sin embargo, nunca me alejé del todo. Siempre que tengo oportunidad, asisto con gusto a presentaciones folclóricas. En cada una, los bailarines nos transmiten entusiasmo y amor. Hablan con sus pies, cantan con sus movimientos, expresan con el cuerpo; bailan, zapatean, coquetean, narran leyendas, cortejos, sacrificios e historias, no solo para deleitar al público, sino también para educar y preservar la memoria cultural.
Desde hace ocho años me encuentro jubilada, y con gran satisfacción recibí la invitación del Doctor en Educación Pilar Álvaro Estupiñán, supervisor de la zona 12 de Escuelas Secundarias Técnicas, región Cuauhtémoc, Chihuahua, para participar como jurado en un magno evento artístico realizado entre las escuelas de la zona.
Fue una experiencia maravillosa. La algarabía de los alumnos, el compromiso de docentes y directivos, me transportaron de inmediato a mi época docente: a esas largas horas de ensayo, a la búsqueda minuciosa del vestuario, a la preparación intensa y al momento culminante en que se sube al escenario para entregar alma y corazón.
Tuve el privilegio de compartir esta jornada con dos distinguidas personalidades del ámbito folclórico, reencontrarme con antiguos colegas y vivir, con renovada emoción, esa adrenalina única que se experimenta en cada cuadro escénico.
Decidí escribir esta narrativa porque la Revista Latina ha demostrado, a lo largo de los años, su firme compromiso con la difusión de la cultura, el arte y el folclore mexicano en las comunidades latinas.
Vaya, pues, mi reconocimiento y admiración a todas las personas que, desde distintos frentes, nos dedicamos a preservar, promover y difundir la cultura en todas sus expresiones.

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