Una vez más la ambición desaforada, ¡sin fondo!, de unos pocos que lo tienen todo, sin que ni siquiera el todo les sea suficiente, desarropa una de las tres mayores ferocidades humanas: su proclividad marginal individual autodestructiva.
Mi preferencia por el equipo albirrojo se dio por variables casuales y ambiguas circunstancias sociales propias de aquel entonces. Corría el amanecer de los años setenta y recién había llegado de mi pueblo del alma en calidad de desplazado social. Entiéndase esta expresión como la visión que mi madre tuvo en cuenta para evitarnos que nosotros, sus hijos, siguiésemos las sendas que ella y la abuela enfrentaron, con carencias y dificultades socioeconómicas por doquiera...
Bienvenidos, mis estimados Aeroamigos, familiares, allegados y demás asistentes a este bonito evento cuando celebramos por partida doble y con inmarcesible júbilo el cuadragésimo séptimo aniversario de nuestro ingreso a la Fuerza Aérea Colombiana y ser referentes, de alguna manera, de varios personajes de la novela ‘La sociedad de la mentira’, escrita por uno de los presentes y cuyo lanzamiento es hoy y aquí, con nosotros como protagonistas.
‘La sociedad de la mentira’ es una historia de ficción social, razón por la cual, cualquier coincidencia o parecido con la realidad no dejará de ser más que una mera casualidad o un resbaloso capricho de la imaginación macondiana del respectivo lector.
El realismo mágico podría tener diversidad de conceptos como cruces de caminos y riscos puede uno toparse en las montañas de la literatura universal, con mayor razón cuando se camina con alpargatas raídas o hasta descalzo.
Me uní al grupo de paisanos que viajarían de vacaciones a ese lugar por los comentarios que uno de ellos solía hacer. Él conocía la capital, algunos de sus lugares interesantes y sus alrededores, así como otros tantos destinos turísticos de aquel país suramericano que siempre me llamó la atención por lo que solía escuchar de él.
Luego de haber ganado los anteriores siete combates, por ende, fama en la región por mi porte y bravura, en la octava me descuidé un instante, ¡lo reconozco! Fue cuando el Saraviado, al que tenía de un ala, voló sobre mí y me clavó su espuela en el pulmón. De ahí mi nuevo apelativo que poca gracia me hace: ‘¡el Pulmoniado! Prefiero el de siempre: ‘el Colorado’, que va con mi estampa y demás cualidades.
Cafetería ½ Luna Café, en Florencia 68, Juárez. Es un expendio sencillo, pequeño y que invita a la añoranza. Atendido por un gentil lugareño quien estuvo dispuesto a: —No más digan y ahorita mismo les preparo sus cafés con leche a la colombiana; los pueden acompañar con la torta que prefieran...