Dicen que te has realizado cuando has escrito un libro, sembrado una planta y tenido un hijo; en realidad no tiene que ser exactamente así, porque a lo que se refiere esa frase es a lo hermoso que es el milagro de la creación.
La lluvia resbala por los cristales de mi gran ventanal recordándome que, a pesar del clima primaveral que hemos tenido en pleno mes de noviembre, y de lo triste de las consecuencias del cambio climático, ya ha llegado el invierno.
Últimamente se está intentando desexualizar todo, y no me malinterpretéis, lo veo perfecto, no debería haber diferencias simplemente por ser mujer u hombre, pero… ¿en serio creéis que mujeres y hombres somos iguales? Yo creo que somos dos planetas tan alejados el uno del otro que fingimos entendernos, porque estamos programados para eso. Pero tal vez eso debe ser así para que podamos ignorarnos y desarrollar vida social con personas de nuestro mismo sexo.
¿Por qué no podemos hablar los seres humanos con el pensamiento? si los científicos dicen que nuestro cerebro es tan poderoso, ¿por qué tenemos que usar la palabra? ¿por qué se nos puso tan difícil para comunicarnos?
Esta reseña a esta última obra de la gran escritora, María Beatriz Muñoz por la que siento una inclinación y admiración que traspasa la emoción misma. En esta reseña, quizás vaya un paso más allá y me despoje de la intimidad que tan celosamente reservo en aras de la sobriedad. Es una obra que retrata con una exactitud desde la emoción, como pocas veces he leído, la realidad de la vida que en palabras de la autora afirma:
Con sangre en mis manos,
miré al enemigo,
Odio, ira, no me reconozco.
¿Quién soy?
¿en quién me he convertido?
Perdí mi humanidad
con el tercer herido,
cuando te hacen comprender
que debes matar,
que no son amigos.
Entonces…
En mi casa no suelo poner las noticias, las odio, la mayoría de las veces me entero de las cosas porque lo veo por casualidad en las redes sociales o porque me las cuentan. Sí, ya sé que muchos pensarán, ¡pero como puede esta mujer aislarse del mundo! Pues por desgracia no me aíslo, ojalá me aislase, pero las mismas noticias suenan una y otra vez por todos lados.
Los que no tengan hijos, ven genial que continuamente se esté bombardeando con anuncios o declaraciones de famosos contando lo mal que lo pasaron en su infancia o adolescencia por sufrir el temido acoso escolar. Creeréis que esto funciona, ¿verdad? Pues siento quitaros la venda de los ojos y deciros que no, nada de esto funciona. ¿Creéis que el niño o niña que hace bullyng va a reconocer que lo está haciendo? ¿creéis que se va a sentir mal y va a pedir perdón? ¿Creéis que los padres de esos niños saben realmente el daño que están haciendo sus hijos a otros niños?
La mayoría no creemos hasta que sentimos miedo o queremos pedir algo que nadie puede solucionar porque es cuestión del azar o el destino.
Yo siempre he dicho que debemos creer en algo, en lo que crea cada cual es su problema, pues soy de la opinión de que no existe una religión verdadera, a pesar de que todos piensen que la suya es la única que tiene derecho a existir y los demás estamos equivocados.
Depende de la edad, amas u odias el 14 de febrero. Cuando era pequeña me daba un poco igual, incluso me gustaba que mi padre le regalara a mi madre algo y a mí también me comprara alguna rosa.
Al pasar a la adolescencia todo cambia, si para el día de San Valentín no tienes novio, envidias a las que ese día ponen caras de tontas y pavonean de haber recibido flores, menos mal que en mi colegio solo éramos niñas, porque ahora con los colegios mixtos es peor; una semana antes de San Valentín, todos los niños y las niñas están buscando pareja, aunque nada más que sea para no estar marginada.