No, no quiero morir, ya sé que mis poemarios pueden resultar dramáticos, ya sé que la vida es una mierda el setenta por ciento de las ocasiones, pero no, prefiero vivir esta vida de mierda, disfrutar de esos momentos de felicidad con la gente que quiero y mandar al carajo a los que no me soportan, a ellos ya les pagará el destino o mis guardianes sus malas intenciones.
Esta noche no deseaba pensar, últimamente prefiero dejarme llevar por la corriente, estoy cansada de luchar, de sobrevivir, de verlo todo gris, pero poco a poco va pasando la tormenta y mi mente está quedando en calma, y sé que me recuperaré, siempre lo he hecho, siempre me he levantado, he mirado el atardecer y me he sentido insignificante.
Las luces nos rodean en estas fechas, las calles se llenan de bullicio y, a simple vista, de felicidad. Cada persona tiene una historia que contar, una memoria que cargar y una esperanza que desear. Es fácil sonreír sin mirar, es fácil dejarse llevar, lo único que debemos hacer es no pensar, y eso… es fácil.
Hoy he tropezado con una película en Amazon Prime que me ha cautivado y me ha sacado una boba sonrisa hasta el final. Bueno, vamos a ir primero a mi lado superficial, lo cierto es que el protagonista, Nicholas Galitzine está de muy buen ver, y todas las que tenemos una edad nos hemos motivado viendo como Anne Hathaway, una cuarentona mamá de una adolescente, se podía liar con un veinteañero.
Creemos ver, pero estamos ciegos si no nos percatamos de esos pequeños detalles que la vida nos muestra. Muchas veces vamos en dirección recta sin fijarnos en las curvas que nos indica un camino bien delimitado y perfecto, sin embargo, no miramos al suelo, no nos vemos pisotear las margaritas que por algún motivo permanecían fuera de esos límites, siempre recortando camino…
En este mundo de borregos y de control absoluto, se cree poder guiar incluso los sentimientos de un país en un momento determinado; por supuesto que es posible, pero cada persona gestiona sus sentimientos de forma distinta y en momentos distintos, y en ocasiones nuestro propio cuerpo nos dice “no mires, no recuerdes, no empatices… ahora no puedes hacerlo”.
Llevo un tiempo fuera de las redes, el mismo tiempo que llevo sin escribir, pero ya sabéis, en este mundo, internet es un utensilio de trabajo para todo, así que, tras sacar mi nuevo poemario, Invisible, he echado un vistazo a las redes para ver cómo iba mi publicación de visualizaciones.
Como dice un video que he visto hace poco “Son niños que no crecen, amigos que no decepcionan y amantes que no traicionan”, sus miradas inocentes lo dicen todo sin necesidad de palabras, vienen a este mundo para cuidarnos y darnos amor incondicional. Un mundo que se destruye no sé si por aburrimiento, por desesperación, ignorancia o egoísmo, un mundo consumido en las llamas del ego intentando hipócritamente salvarse a través de una fe basada en el amor y encerrada en una jaula cada vez que apuñalamos a alguien con nuestro odio.
“El arte, espejo de un inmigrante, Historia de Cornelio Campos”. Su autora; María del Refugio Sandoval Olivas, ha realizado un excelente trabajo con esta biografía que te transporta a la vida del pintor Cornelio Campos desde su infancia hasta la actualidad.