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viernes, diciembre 1, 2023

León Nicaragua

EL ZANCUDO

Después de cenar, como a eso de las ocho de la noche, debido a un estado de ánimo deplorable y por un bostezo que sistemáticamente me hundía en un laberinto de idiotez crónica. Decidí darle un obsequio a mi esqueleto, agotado por las horas de trabajo que no parecían concluir. Le di el descanso. Penetré en la habitación más dichoso que un enamorado cuando descubre que dentro de unos minutos recibirá su primer beso...

La cita

Al final, decidí entrar a la Casa del Café. Segundo piso de Metrocentro. Esperé a una dama que desconocía por completo. Me ubiqué frente a las paredes de vidrio de dicho local, por donde miraba transitar a la gente. Los negocios, a lo largo del pasillo, esperaban a sus clientes, mientras la multitud avanzaba en distintas direcciones. Estaba a la deriva, convertido en mitad hombre y mitad celular, no había término medio.

Más allá del pánico

Hace mucho tiempo que no venía a este lugar, donde tantos artistas y escritores debutamos, con nuestros primeros recitales y con la complicidad de los amantes de la cultura. Era un desfile interminable de personas que llenaban los pasillos. Murmullos, música, pisadas, un ir y venir, todos los días se intercambiaban los rostros en un marasmo de sensaciones. Hoy es otra cosa, la soledad reina por los cuatro costados. Algunos cuadros que aún permanecen en las paredes descuidadas, convergen con el tímido movimiento de las plantas del pequeño jardín. Silencio, mucho silencio y de vez en cuando una ínfima racha de viento misteriosa que eriza la piel. Las tres mesas de hierro pintadas de azul, son los únicos vestigios de cultura que permanecen en la sombra.

Hasta que se demuestre lo contrario

«¡Podéis ir en paz!», dijo finalmente el cura Jesús, despidiéndose de los feligreses. La iglesia el Nuevo Rosario volvió a su antigua condición de silencio, incienso de sándalo y oscuridad. El cura Jesús tenía cinco años de ejercer el sacerdocio y sus últimos años como seminarista, los llevó a cabo en el extranjero. Al terminar sus estudios religiosos, solicitó a sus superiores el traslado a su pueblo, donde se necesitaba un cura que rogara por las almas de los vivos y de los muertos.

Transitando lo oscuro

Tenía que esperarte una hora, contando las sombras que pasaban a mi lado, analizando los rostros, diversificando semblantes. En la esquina del coyol y la cuajada, de los tricicleros hambrientos y de goma. Mientras una cantilena de clamor y de venta pretendía a cada instante invadir el espacio de los compradores y también de los ladrones que siempre al acecho de la presa buscaban realizar su gestión del día.

Más allá de la razón

Aquellas ganas de escribir, aquel deseo insoportable por ser un gran escritor, surgió en sus años universitarios cuando dos de sus más íntimos amigos desaparecieron de una forma inexplicable, y al cabo de unos meses los encontraron hechos cadáveres. Y eso que solo fueron reconocidos por el anillo de graduación que ambos andaban.
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Tienes que leerlo

Casi noventa resoluciones

Cuando por fin nos encontramos en aquel Café Valdez y comenzamos a degustar, él su primer tinto americano y yo un late aderezado con canela molida, soltó sin mayores filtros esta historia, entre otras tanta que atesora y trae guardadas desde el orto del convulso s. XXI, allá en los inexpugnables calabozos de su memoria. Historia que, desde luego, por seguridad nacional y personal de aquel egregio exfuncionario, también, de mi pellejo, hice objeto del pincel de la transfiguración literaria subcontinental para compartirla con ustedes y las futuras generaciones lectoras, de haberlas...
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