Cuando arribó a la pequeña casa de interés social donde vivían Carmelo y sus padres, la expectación, el asombro y el temor se esparció como polvareda en el fraccionamiento, sin embargo pudo más la curiosidad y al poco tiempo el médico llevaba un séquito de curiosos vecinos que desde una prudente distancia seguían sus pesados pasos sobre la calle.
El insólito doctor Cabrera
Por: Rosario Martínez.
El doctor se acicaló, era sumamente vanidoso y pagado de sí mismo. Partió un abate lenguas para usarlo como pica dientes. Sacudió de su bata hasta hacía unos minutos impecablemente blanca unas migajas del pollo frito que acababa de devorar, era todo lo que quedaba de su para él, frugal comida.
DENTRO Y FUERA
Por Rosario Martínez
Dentro:
Gemidos de angustia y crujir de dientes,
lloran a sus muertos, que se llevó el mal:
¡Invisible, peligroso, cruel y letal!
Hoy se cuentan por miles todos los dolientes.
– ¿Qué no desean saber quién asesinó esta noche a su padre?
La pregunta los dejó pasmados y fue Sofía quien rompió la tensión del momento al preguntar con incredulidad
– ¿Lo saben ya? ¿Tan rápido? ¡Eso no puede ser posible!
– ¿Por qué no puede ser señora? Solo alguno de los presentes pudo dar el veneno al señor Joaquín Valladolid, y descontando a los empleados que no son sospechosos, al menos no los principales, solo quedan ustedes seis, así que les vamos a dar a conocer nuestra teoría de quien lo hizo –le contestó Ortega con seriedad.
–Debió estar en el vino –dijo Ortega. Bécquer asintió.
–Pero, ¿cómo llegó ahí? Juana dice que las mujeres no se le acercaron, el anciano no bebió ni comió nada antes de tomárselo, todos atestiguaron el momento en que Claudia sirvió las copas. La empleada dice que ella las lavó y secó un poco antes de que los invitados llegaran, siempre estuvieron a la vista, Pedro y las empleadas no entraron a la Biblioteca. Don Joaquín permaneció sentado en su lugar desde que su familia llegó.
Lucrecia reía a grandes carcajadas cargadas de desenfadada coquetería, era la única que permanecía en la presencia de Don Joaquín, momentos después se dirigió hacia la biblioteca para reunirse con los demás. Caminaba con desenvoltura meneando la cadera con provocación, consciente de la mirada del viejo, disfrutaba sabiéndose admirada...
El viaje había sido largo, sus pies delgados y morenos se habían sublevado por el peso de su cuerpo durante la travesía por ese llano pelón, sembrado de infértiles granos de arena.
Tengo miedo, la calle está sola y silenciosa luego de tanto bullicio. Los niños iban disfrazados como vampiros, brujas, monstruos y personajes de películas de terror, es noche de Halloween, un festejo un tanto macabro, pero divertido.
Mona abrió los ojos, una calidez desconocida la inundaba. La luz filtrándose a través de las cortinas cerradas era tan tenue que a las claras indicaba que aún no amanecía del todo. Ni siquiera los pájaros de por sí madrugadores iniciaban el día, pero ella anhelaba vivirlo completamente, no dejar escapar ni un sólo instante de esa memorable ocasión...
Amanecía el verano. El viento rizaba con ráfagas enérgicas la bandera y el sol la teñía con sus más radiantes tonos. El águila audaz sacudió las alas, giró a un lado y otro la orgullosa cabeza, entornó los ojos y atisbó la inmensidad del horizonte...
En esta exposición fotográfica, el artista Edgar Bernal nos lleva a través de un viaje visual por la Fiesta de la Octava, desde la perspectiva de alguien que vive en Carolina del Norte, Estados Unidos. Las fotografías capturan la emoción de la celebración, mostrándonos la devoción de la gente hacia su fe y su cultura.