Cierta vez un trovador
que en senderos del arte transitaba,
se encontró con una flor
que al impregnar cautivaba.
Sin saber cómo ni cuando
surgió un apego hacia ella,
y esa estima fue aumentado
hasta alcanzar las estrellas.
Ese sentir tat sincero
que entre ambos creciendo
surgió puro y verdadero
como un jardín floreciendo.
Ya el cantor está contento
porque afanado y galante
le bajó del del firmamento
un poema fulgurante.
Con sencillez y humildad
con dulces rimas lo ha adornado
para fundir la amistad
como un tesoro sagrado.
Y ella bajo la luna curiosa
sonrió llena de rubor,
y aceptó en su alma de rosa
el cumplido del cantor.
Entonces, amiga mía,
sonriele al universo,
y no te olvides que un día
alguien feliz te hizo un verso.
Conservalo en tu memoria
como parte de tu vida,
ya el tiempo contará la historia
que fuiste flor preferida.
Y así lo tendrás presente
cone honor y con lealtad
que no hay más riqueza existente
que el valor de la amistad.