Es el viento madre, la voz grave del ancestro, el alma compartida de una patria. Es el viento tambor, en repique, en furiosa vocal vistiendo y desvistiendo las ansias y el trance en la expresión de muchas caras. En el año 1797 el científico francés André Pierre Ledrú hizo una visita oficial a Puerto Rico para documentar la fauna y la geografía de la isla además de las costumbres y la cultura de los habitantes.
Cuando por fin nos encontramos en aquel Café Valdez y comenzamos a degustar, él su primer tinto americano y yo un late aderezado con canela molida, soltó sin mayores filtros esta historia, entre otras tanta que atesora y trae guardadas desde el orto del convulso s. XXI, allá en los inexpugnables calabozos de su memoria.
Historia que, desde luego, por seguridad nacional y personal de aquel egregio exfuncionario, también, de mi pellejo, hice objeto del pincel de la transfiguración literaria subcontinental para compartirla con ustedes y las futuras generaciones lectoras, de haberlas...