Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué a nosotros? Y pensamos que es injusto, nos sentimos abandonados por un universo que parece mirarnos con indiferencia.
Entonces, como si no fuera mi yo pesimista la que hablara, le he dicho que nuestras vidas son engranajes complejos de un destino caprichoso que tiene un plan para nosotros. Mi niña me miró raro y yo intenté explicarle lo que había querido decir: “Si tu no hubieras pasado por todo lo que has pasado, ahora no serías la luchadora que eres, ahora no mirarías a los demás con esa empatía de la que muchos carecen, ahora mismo, no serías la niña madura que ha superado año tras año cualquier piedra del camino.
Cuando por fin nos encontramos en aquel Café Valdez y comenzamos a degustar, él su primer tinto americano y yo un late aderezado con canela molida, soltó sin mayores filtros esta historia, entre otras tanta que atesora y trae guardadas desde el orto del convulso s. XXI, allá en los inexpugnables calabozos de su memoria.
Historia que, desde luego, por seguridad nacional y personal de aquel egregio exfuncionario, también, de mi pellejo, hice objeto del pincel de la transfiguración literaria subcontinental para compartirla con ustedes y las futuras generaciones lectoras, de haberlas...