Las reuniones entre iguales eran necesarias para llegar a puntos de convergencia y dejar asentado de forma legal su inserción en el mundo. Previamente, se les solicitó redactar sus ponencias para presentar ante el congreso. Quien presidía la asamblea, llegó ataviado con toga y mazo en mano, como símbolo de autoridad. Se escucha un golpe seco sobre el escritorio de madera y el silencio invade el recinto. Su voz se elevó para llegar a los oídos de todos los asistentes y el escribano se aprestó a tomar los apuntes pertinentes.