La diferencia entre los humanos y los animales, en ocasiones, es una línea muy delgada, tan delgada que puede llegar a darnos qué pensar.
Hace unos días, en mi afán de seguir salvando a los pobres animalitos que se ahogan en la piscina, saqué del agua a una libélula entre roja y naranja muy bonita, pero, por desgracia, ya fue demasiado tarde para ella, no sobrevivió a pesar de soplarle para que se secara, me faltó hacerle los primeros auxilios. Cuando ya no se pudo hacer nada por ella, desistí y la miré con decepción, pero una vez que mi atención dejó de centrarse en aquella libélula, me percaté de la existencia de otra libélula idéntica que se hallaba a dos metros de nosotros mirando hacia el agua.
Todos tenemos sueños, algunos los ocultan bajo una vida cómoda e inútil que no les llena, otros se sienten incompletos, otros no luchan por ellos y otros no tienen posibilidades de cumplirlos.
CorazoNadas es un libro de minificciones en el que el protagonista es aquel órgano latente que tenemos en el pecho. El que se parte en dos ante la tristeza o la desilusión; el que brinca emocionado con una buena noticia; el que ha sido inspiración de tantas frases, poemas y libros. CorazoNadas habla por supuesto, del corazón.
Escribir microrrelatos resulta ser un arte difícil pues no todos tienen la capacidad de, en algo tan breve, poder contar una historia, no todas las minificciones son, en palabras del poeta y dramaturgo francés, Jean Cocteau, “miniaturas gigantes”. La dificultad de escribir historias tan cortas reside en poder cautivar al lector con tan solo un par de palabras y hacerlo sentir algo. CorazoNadas lo logra.