Dicen los alfareros allá en Capula, que la huesuda es flaca, ojerosa y mustia. Mi ama’ nos decía artas leyendas sobre esta señora fina. Que tuviéramos una vela encendida porque ella nunca se va con las manos vacías. La cruz de cempasúchil, pa’ qué perdone a las almas perdidas. El sahumerio, pos’ el copal le ablanda los sentimientos, a esta mujer de hierro que no le perdona a naiden’ que se le a terminado el tiempo.
Y la lluvia goteará sembrada de la sangre de un ser humano que fue creado desde las Raíces de su campo de cantera hasta la Tierra Prometida.
Y el sol mira al mundo eterno del espíritu que respira, una raíz de lluvia, de un ser humano.