Ella vendía su amor impuro en las calles. Necesitaba borrar la huella del tío, el abuelo y el padre. En cada encuentro sexual vengaba el rastro del dolor… Cuando finalizaba el recorrido nocturno, encendía una fogata en la parte trasera de su patio y quemaba la ropa. Mientras se desnudaba, repetía como un mantra: “Desarticulo todo tacto, apropiación o violación a mi ser. Convierto en cenizas la voluntad de poseer bajo el sello del dominio”.
Silencio
callada orilla de la nada
vociferante gemido del universo
subrayas el camino deshabitado
por los sinsabores resguardados
no sopla el viento
la lluvia arrecia
la hojarasca encubre tu paso
silencio
resuena en los habitantes desorillados
retuerce la inquietud
silencio
víbora de los ensueños