La obra de Toledo es local y, al mismo tiempo, universal. Se nutre de lo que ha visto en libros y viajes, pero, sobre todo, de lo observado en su entorno. Al final, nunca dejó de ser ese niño que jugaba descalzo en las calles de Juchitán.
Y la lluvia goteará sembrada de la sangre de un ser humano que fue creado desde las Raíces de su campo de cantera hasta la Tierra Prometida.
Y el sol mira al mundo eterno del espíritu que respira, una raíz de lluvia, de un ser humano.