La diferencia entre los humanos y los animales, en ocasiones, es una línea muy delgada, tan delgada que puede llegar a darnos qué pensar.
Hace unos días, en mi afán de seguir salvando a los pobres animalitos que se ahogan en la piscina, saqué del agua a una libélula entre roja y naranja muy bonita, pero, por desgracia, ya fue demasiado tarde para ella, no sobrevivió a pesar de soplarle para que se secara, me faltó hacerle los primeros auxilios. Cuando ya no se pudo hacer nada por ella, desistí y la miré con decepción, pero una vez que mi atención dejó de centrarse en aquella libélula, me percaté de la existencia de otra libélula idéntica que se hallaba a dos metros de nosotros mirando hacia el agua.