Cuando arribó a la pequeña casa de interés social donde vivían Carmelo y sus padres, la expectación, el asombro y el temor se esparció como polvareda en el fraccionamiento, sin embargo pudo más la curiosidad y al poco tiempo el médico llevaba un séquito de curiosos vecinos que desde una prudente distancia seguían sus pesados pasos sobre la calle.
El insólito doctor Cabrera
Por: Rosario Martínez.
El doctor se acicaló, era sumamente vanidoso y pagado de sí mismo. Partió un abate lenguas para usarlo como pica dientes. Sacudió de su bata hasta hacía unos minutos impecablemente blanca unas migajas del pollo frito que acababa de devorar, era todo lo que quedaba de su para él, frugal comida.
El Hombre de Mayor Edad (HME), del doble de la su Joven Amigo Virtual (JAV), con nadie más hablaba de aquellos temas… o, tal vez, ¡ninguno le paraba bolas! —Ni siquiera los trato con los integrantes de mi familia, siempre atareados, por ende, sin tiempo para cruzar palabras, excepto para uno que otro favor… los cuales hago rápido y lo mejor posible para volver a mi escribidera —resopló HME al otro lado del celular.