Es el viento madre, la voz grave del ancestro, el alma compartida de una patria. Es el viento tambor, en repique, en furiosa vocal vistiendo y desvistiendo las ansias y el trance en la expresión de muchas caras. En el año 1797 el científico francés André Pierre Ledrú hizo una visita oficial a Puerto Rico para documentar la fauna y la geografía de la isla además de las costumbres y la cultura de los habitantes.
No quiere llover… y ya ha llovido tanto. La tierra es un cuerpo de lluvia, vital, sonoro de imágenes y palabras. Creo que las palabras abren ventanitas a canciones tristes, no sé, algún mimbre que la nostalgia deja pegado al corazón, alguna señal de acoso contra la luz, algo de soledad, algo de elegía, quizá, algo tan profundo como dos cuerpos abrazados bajo un gran aguacero.
Es sábado en la tarde. El cielo de los sábados es mudo, pero resplandeciente. Abajo, en esto tan convulso a lo que llamamos humanidad, discurre entre la multitud de horarios, emociones, pálpitos. Siento escuchar de cerca aquella melodía de Lisette Álvarez “Un sábado más, sobre Puerto Rico, un sábado más…”
La encomienda del presente texto pretende describir por medio de las letras sobre uno de los más grandes literatos del siglo XX, entraña una gran responsabilidad, porque inmiscuirse en vida y obra de Jorge Luis Borges, implica leer, releer, escuchar, interpretar, conocer su biografía, antecedentes, contexto y atreverse a dar una aproximación de la comprensión de sus textos.
No sé cómo detenerme
desprenderme a silencios, desde el alma,
de común, alumbrada con el charol de los tréboles
que solo se aparecen rendidos en el bosque;
Aquel certamen era como el queso artesanal, el hecho a mano a partir de experticia campesina y recetas ancestrales. Era un producto original que hablaba de la satisfacción y del esmero de sus ignotos productores para que su sabor, aunque complejo, así como su forma caprichosa y olor singular que solo el tiempo le daba, cautivara la pupila, el paladar y la mente del lejano y desprevenido consumidor al abrir las hojas que contenía tal literario manjar y que, al interiorizarlo, además del disfrute a plenitud que le producía, le ponía alas a su imaginación.