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“No tenemos la oportunidad de hacer muchas cosas, por lo que cada una de ellas debería ser excelente. Porque ésta es nuestra vida. La vida es breve, y después morimos, ¿lo sabes? Nosotros elegimos qué hacer con nuestras vidas. Así que más vale que sea algo impresionantemente bueno. Más vale que valga la pena”.
Steve Jobs
Una vida para recordar
Dos fechas específicas quedan grabadas en el recinto que guarda su morada (1928-2023), este dato, permite calcular los años vividos, distando de poder vislumbrar la siembra y cosecha que se fue gestando al paso de más de nueve décadas de existencia. El contexto familiar fue un detonante que ejerció gran influencia en su desarrollo, así como la genética generacional; desde pequeño se distinguió por esa chispa de inteligencia y creatividad, expresándose por medio del ingenio, inventando y adecuando utensilios ordinarios hasta lograr algo extraordinario, como el interpretar los sonidos de la marimba, usando botellas de vidrio que contenían distintas cantidades de agua; otro de estos inventos fue a barrimba, elaborada con barras de fierro de distinto grosor y largo, las cuales se convertían en imitadoras del sonido de este instrumento. El tololoche, lo representaba con un balde de agua circular y un pedestal con cuerdas; podía ejecutar el sonido de varios instrumentos musicales a la vez; talento que compartió con la comunidad ballezana, alegrando con su participación las festividades escolares y otros eventos sociales y culturales del pueblo, donde su sola presencia, generaba un aditivo de complacencia, beneplácito y admiración, por su excelente aportación artística.
Don. Jesús Medina Sandoval fue una persona que aprendió por intuición, autoformación, con una memoria selectiva y prodigiosa, que fue alimentando con compromiso, dedicación, perseverancia y disciplina; sus ideas no quedaron dormidas en el limbo, sino que fueron puestas en acción. Construyó una pala o meneadora que funcionaba con motor, para que se encargara de mover la leche espesa o cajeta que se estaba cocinando en el cazo; elaboró un chaleco y prendas de vestir con productos reciclables de la “Coca Cola”, haciéndose acreedor a un premio por su ingenio.
Inquieto y vivaz por naturaleza, aprendió a conducir un avión, a realizar trucos de magia, dejando a la concurrencia muda de asombro por su genialidad; sin tener un dominio total del inglés y del dialecto rarámuri, lograba comunicarse sin problemas. Tenía su máquina de escribir portátil, misma que manejaba con precisión y maestría, cuando gran parte de la población, difícilmente tenía acceso y dominio de la alfabetización básica.
Vivir y crecer en un pueblo, entraña una óptica distinta de percibir la cotidianidad, se disfruta de cosas distintas, como la convivencia y sociabilización con la comunidad, de tal forma, que se llega a ser una gran familia, donde cada uno está consciente de lo que acontece al otro, celebrando sus logros, dichas, obstáculos y tristezas. En años anteriores, se carecían de comodidades y adelantos que se tenían en la ciudad, por lo que una persona, como Don Jesús Antonio Medina Sandoval, supo despertar el asombro y admiración, ya que fue un hombre con cualidades y características muy distintivas en su ser y hacer, poseía un carácter y personalidad amable, empático y asertivo, sabía escuchar a las personas e invitaba a ser copartícipe en sus múltiples anécdotas e historias narradas.
Se desempeñó como secretario del ayuntamiento en dos administraciones municipales, convirtiéndose en gestor de algunos de los principales adelantos de ese tiempo, como la electrificación. Se le conoció además como poeta, por la facilidad manifiesta al inventar versos; gustaba de componer a la vida, a los pueblos y a los personajes nacionales, estatales y locales, enalteciendo su labor y dejando con esto, una huella imborrable.
Durante su vida laboral, se desempeñó como comerciante; el nombre de su negocio era “Chácharas y chucherías Chuchi”, mismo que posteriormente cambió al “Nuevo mundo”. Esta actividad le permitió conocer e interactuar con los habitantes de Balleza y puntos circunvecinos, porque además de tener disponible la mercancía solicitada, ofrecía calidad y calidez en su trato. Incluso, fue uno de los primeros pobladores en tener una camioneta propia para trasladar su mercancía de la ciudad al pueblo.
Se le conoció como un gran innovador, porque además de crear e inventar algunos objetos para simplificar el trabajo, fue pionero en llevar al pueblo objetos desconocidos para el resto de la comunidad, como la cámara de fotografía instantánea, la de video, misma, que utilizaba para grabar los eventos importantes que se desarrollaban, donde gran parte de las personas que ahí vivían, formaban parte, llámese desfiles, paradas cívicas, eventos escolares, entre otros. El observar su figura sonriente detrás de la lente, captando e inmortalizando esos momentos, hacía pensar en un tipo de magia que se estaba llevando a cabo y él era el mago que lo hacía posible.
En su espacio comercial, se trabajó también la talabartería, trabajando con arte diversos artículos de cuero; se instaló la primera copiadora; el solo hecho de ser testigos de esos avances tecnológicos que llegaban hasta el pueblo, llenaban de agradecimiento los corazones de sus moradores, distinguiendo su presencia, no solo por lo que hacía, sino por la amistad y convivencia, brindada a manos llenas. Muchas de sus amistades han partido a la morada eterna, pero la gente de Balleza, sigue recordando las anécdotas, dichos y frases que acuñaron en su momento. Solo por nombrar algunos: Pompeyo Jáquez, Félix Vázquez, Pedro y Leoncio Javalera. Le sobreviven, Francisco Tarín, Cristóbal Moreno, entre algunos más.
Los jóvenes interesados en aprender sobre la música, buscaban su consejo y asesoría, sabían de su experiencia y conocimiento, aunado a su disponibilidad y espíritu de servicio. Varios de ellos se sumaron a los grupos improvisados para ejecutar su música ante el pueblo, entre ellos, uno de sus más grandes admiradores y quien posteriormente grabara algunas de sus melodías, Antonio Loera.
Estos momentos pudieran ir difuminándose entre los polvos del olvido, sin embargo, una persona cuyos pensamientos, hechos y acciones quedaron grabados, no solo en la memoria de su gran familia y en la comunidad que fue testigo y parte de este crecimiento y convivencia, sino a través de sus creaciones artísticas, porque lo que se escribe, es indeleble, permanece a la espera de alguien que lea o interprete esos instantes de inspiración, ideas, pensamientos y emociones captados literalmente por la pluma, al ser impresos en la hoja; porque por medio de la escritura, se inmortaliza y hace perpetuo el momento, más de un centenar de composiciones musicales brotaron de su inspiración e intelecto, imprimiendo melodía, ritmo y estructura tonal, al retratar la vida del pueblo, de sus personajes, vivencias y momentos únicos que deben ser parte inherente de las remembranzas colectivas y del archivo histórico de la comunidad, porque nadie puede valorar sin conocer, y el conocimiento es la ventana donde las futuras generaciones, puedan admirar su vida y obra artística, porque él, es reconocido como un estandarte de orgullo ballezano.
Contrajo matrimonio con la señora Socorro Leal, de esa unión nacieron diez hijos, dos de ellos ya fallecidos. Todos y cada uno de ellos, se destacan por esa herencia que recibieron de sus padres, tanto genética como cultural; le sobrevive una hermana nonagenaria, diecinueve nietos y veintitrés bisnietos.
Vaya este homenaje póstumo, a un hombre que vivió su vida a plenitud, gozando de salud por casi los noventa y seis años, rodeado y cobijado por el amor de sus seres queridos.