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Photo by Darren Tiumalu from pexels.
Conocido de muchos, amigo de pocos. Le gusta que lo llamen Don Julio como a el tequila que dé un tiempo para acá, comenzó a degustar. Él, es parte de las estadísticas de hombres, que perdió su mujer, hijos y los pocos centavos que tenia guardados.
Personalidad aspera, lenguaje crudo, poco afable. Su postura recta y mirada intensa, no logra ocultar uno que otro movimiento de sus dedos, pies y muecas en su cara, que cualquiera identificaría como nervios que lo atacan. Pero que él afirma, que con esos movimientos se relaja.
En sus manos tiene las huellas del precio que pago para alimentar a su familia. Cicatrices de tantas lecciones que le dio la vida, desde cuidador de gallinas, recolector de cereza, aguacate, naranja y piña, agricultor, cocinero, lavaplatos y miles de otros trabajos por alcanzar el sueño Americano. Hasta llegar a descubrir su vocación de mecánico.
La carencia de malos hábitos se refleja en la virilidad de su cuerpo. Cuerpo al que ha sabido sacarle provecho y lo convirtió en un “Don Juan” por su gran lista de amores pasajeros.
Sabe bien, que se le esta pasando el tiempo, pero su adición al sexo, fetiches y falsos apegos, lo mantienen preso. En una batalla donde el placer no llena el vacío de una buena compañía y un amor sincero.
En las madrugadas heladas de invierno, esas donde el viento te paraliza el cuerpo. Sale orgulloso, contento, cada mañana a buscar el sustento. El duro invierno le cala los huesos, debilitando sus manos que dejan caer las tuercas al suelo y lo obligan a ocultarse debajo de los autos y una que otra vez adentro de ellos.
Don Julio, es un hombre bueno, que cumple promesas, oculta sufrimientos, y suprime sentimientos. Lo atacan los nervios, no sabe reír, ni llorar, pero las pocas veces que sonríe, su felicidad ilumina el cielo. Es gracias a estos instantes, que confía que no todo es malo en la vida, que es importante creer en un ser supremo y trabajar duro para cumplir los sueños.
A veces la inoportuna ventura es la única opción de trascender, acaso tuviera cada hombre o mujer esa oportunidad. La ficción y la realidad son la visión inocua de quien se despoja de esos ropajes de prejuicios, para sumergirse a la azarosa poesía, “la vida”. (Don Julio también sueña, cómo todos).
Buen relato Esmeralda. Saludos!