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jueves, noviembre 30, 2023

Lo fácil y lo difícil de la anécdota

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Eugenia Gallardo
Eugenia Gallardo
Literariamente Eugenia se define como hija de Asturias y Cervantes; prima de Monterroso y Batres Montúfar; amiga de Yourcenar y Christie. Su obra ha sido traducida al italiano y francés, e incluida en antologías. Publica poco y escribe mucho; la crítica ha sido generosa con los frutos de su inventiva. En 2020 y 2021 fue nominada al Premio Nacional de Literatura. Floreció en dos hijas y dos nietas. Casada de dos hervores, hoy es soltera empedernida. Creció en Cobán, Huehuetenango y la Ciudad de Guatemala. Entre aventuras y exilios ha vivido en Nueva Orleans, Sao Paulo, Atlanta, Carolina del Norte, Londres, Madrid y Costa Rica. Es Máster en Ciencias en Economía de América Latina (Universidad de Londres). Como economista política se ha dedicado principalmente a la investigación social. Escritora, dramaturga, actriz y artista plástica, su principal motivación es la creatividad y la experimentación.
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Algo que todos hacemos, escritores o no, es contar anécdotas. Son esas narraciones breves de lo que nos pasó en cierta oportunidad o de lo que vimos que a alguien le pasó y que nos parece tan interesante que sentimos la urgencia de transmitirlo. Algo interesante o curioso o divertido o increíble o que se sale de lo normal o que pinta de cuerpo entero a tal o cual personaje… todas son razones que nos motivan a decir: oigan esto que me pasó. Nos pudo pasar hace cinco minutos o cinco años, no importa. Importa que dejó huella en nuestra cabeza y gozamos con ver la reacción de quien nos escucha.
Ahora bien, pasar de contar una anécdota a un público que reacciona en vivo es una cosa, pero escribirla tiene sus bemoles. Veamos primero las ventajas: es breve, tiene su contexto en lo cotidiano, se presta para diálogos, recrea momentos llenos de vitalidad, coquetea con el humor y también con las lecciones morales. Ahora examinemos los riesgos: primero, si tiene más información de la necesaria, aburre y confunde. Segundo: si la recreación de la escena es imprecisa, carece de efectividad en la imaginación del lector. Tercero: si las referencias de personas o lugares son demasiado locales, el lector no tiene a qué aferrarse para encontrar sentido. Cuarto: si, derivado de lo anterior, el autor se deshace en explicaciones, la tensión del relato se cae. Quinto: si el escritor utiliza la anécdota para sacar a pasear su ego o su sentido de importancia, el relato sufre de abandono y se vuelve tedioso; el lector se siente traicionado porque quiere saber qué pasó con la señora de las tortillas que se estaba quemando el dedo, mientras el narrador está vanagloriándose de su erudición o de su herencia ancestral. En síntesis, el arte de la anécdota tiene su arte, su artesanía, su inteligencia: debe ser efectiva, vivaz, al punto, con un inicio provocador y un final demoledor (o al menos simpático). Consejo: examine el material con el que cuenta para escribir la anécdota y luego tire el noventa por ciento. Con el diez por ciento que se salva escriba algo directo, efectivo, al punto, con gracia, con los detalles justos. Escriba como si su lector estuviera corriendo y es su tarea detenerlo un momento para hacerle la vida más feliz con la anécdota que le contó.

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