Audio
|
Era un atol que se embarraba a unos papeles y unos papeles a los que se les pegaba un aserrín y que, ya arrugados, se volvían montañas. Eran una piedritas blancas que eran caminos y cuencas de ríos. Era un espejo que era lago donde se sentaba un cisne más grande que él. Era un musgo que recorría las orillas y a su paso escondía las macetas. Eran unas macetas escondidas que eran bosques y selvas y naturaleza esplendorosa. Era un cielo de cartón pintado. Era una estrella de Belén con bricho. Eran unos chiles luces verdes y rojos. Era un mundo que señalaba sus fronteras con collares de manzanilla. Eran unas chichitas amarillas que aparecían por aquí y por allá. Eran unos gallitos que eran plantas. Eran unas hojas de pacaya que eran faldón de mesa. Era un rey mago en camello con un rey mago a pie y un rey mago de rodillas que se pasaban todo diciembre caminando con cuidado de no llegar. Eran unas sagradas familias de todos tamaños y formas desparramadas en aquel mundo mágico. Era un hombre barbudo y una mujer bella mirando a un pesebre vacío. Era un buey, una mula y tres ovejas que los acompañaban. Era este Misterio el protagonista principal a donde se dirigían las luces. Era un pañuelo blanco bordado cubriendo el pesebre. Era paja bajo el pesebre y maderas rústicas haciendo establo teatral de tres paredes. Eran pastores con ovejas y gallos y gallinas y chompipes y vacas y zebras y gatos y pastorcitos paseando por los musgos, los caminos y los ríos. Eran ríos de papel celofán. Eran casas y casas y casas de todos los materiales posibles incrustadas en todos los lugares posibles. Era una casa o dos haciendo equilibrios en los despeñaderos. Era húmedo aserrín colorido alegrando la vida. Era un jinete mucho más grande que su caballo y un bebé más grande que sus padres y un pastor más pequeño que su oveja. Eran volcancitos de incienso en un plato y, a la par, un vaso de agua. Eran fósforos al alcance de los niños. Era un no toquen nada, no pongan carritos y no se coman las manzanillas. Y era un niño que, al nacer a las doce en punto de la noche del 24 de diciembre, se volvía Dios con resplandor reinando en el pesebre. Era buena la noche buena.
Eugenia Gallardo
Raleigh NC
