Cuando nos interesa una forma de contar, en este caso el diario íntimo, es muy emocionante darle una mirada a piezas literarias que han trascendido mundialmente. El diario de la niña Ana Frank, por ejemplo, llevado incluso al teatro y al cine, es conmovedor en sí mismo y desgarrador en su contexto. A sabiendas del trágico, cruel, prematuro e injusto final de la vida de Ana, la lectura de la ingenuidad de sus diarios es impactante, porque además ya brilla la agudeza de su inteligencia que uno quisiera que hubiera tenido la oportunidad de florecer. En el otro extremo, los diarios de Anaïs Nin, con su enorme carga erótica y psicológica, revelan una pulsión al detalle y una necesidad de acumularlos durante tantos años que incluso se vio en la necesidad de guardarlos en cajas de seguridad bancarias. De mentalidad y de entorno cultural y social intensos, uno se pregunta a qué horas Anaïs vivía si sus relatos de lo que vivía eran tan extensos y elaborados. Tanto Frank como Nin legaron a la humanidad una ventana a sus vidas a través del hilo narrativo de lo cotidiano, de lo personal, de lo cercano, demostrando que nuestras vidas (que son grandiosas) están hechas de momentos (que son pequeños y de apariencia intrascendente). Y es que en el arte de descargar con regularidad en un escrito lo que se va viviendo se crea un narración que camina aparentemente sin rumbo, pero que en su trayecto construye una historia interesante donde priva un solo punto de vista y establece una complicidad con el lector. El tercer platillo que les propongo degustar es “Corazón” de Edmondo Da Amicis, una novela que cuenta la vida escolar de un niño mediante el artificio de que el protagonista está escribiendo su diario. Vale la pena valorar ahí el lenguaje sencillo y la frase corta que denotan una comunicación limpia y sincera. La intensidad ahí estriba en lo que una criatura valora en la gran pequeñez de su mundo. Los invito a catar estos libros (con fragmentos fácilmente accesibles en la web) para ir pensando si el diario íntimo es una forma en la que se sentirían felices contando su propia historia. Y nótese que dije catar o probar o degustar esos textos y no leerlos exhaustivamente. Dejo en el tintero el tema de leer mucho para escribir un poco (que yo cuestiono) para futuras columnas, pero la próxima tratará sobre el recurso de la escritura automática, una manera de abrir el grifo de la palabra.