Las cosas e ideas que no aparecen en nuestro pensamiento, no han entrado en el umbral de la conciencia, de la perceptibilidad; están en penumbras, atrapadas en la dilucidad de las sombras y la intangibilidad; en la medida que se cuestionan y se hace una introspección en torno suyo, se va concediendo el permiso de emerger de entre la bruma del ocultamiento e irse haciendo visible, palpable, parte de una realidad.
Al profundizar en su entorno y existencia, van adquiriendo visibilidad, presencia, permiten ser escudriñadas, mostrar su existencia. Entonces es necesario buscar el vestuario adecuado que le permita realzar sus atributos para presentarla por medio de las palabras, hilos y nexos de pensamientos conectados con cohesión y coherencia para expresar significados.
Nunca me había detenido a reflexionar sobre mi cuerpo, dando por sentado el hecho y derecho inalienable de nacimiento de tenerlo siempre a mi lado, de ser acreedora de las funciones internas que desarrolla, como parte de su función y especificidad. El reconocimiento de órganos, aparatos y sistemas, se ha ido acrecentando al paso del tiempo; en la medida que se ha experimentado la necesidad de entender su funcionamiento, respuesta y deterioro del organismo; forzando al pensamiento a entender el reloj biológico, como un tic-tac que está en continuo movimiento; que solo reposa cuando el subconsciente aflora por medio de los sueños, permitiendo que el cuerpo vuelva a cargar energía, para continuar con su tarea.
Por medio de una introspección inducida por la delimitación temática impuesta y seleccionada por mi persona, me llevó a reconocer la propia y única corporeidad que poseo, me he permitido introducirme en el escrutinio del reconocimiento de saber y conocer, generando algunos cuestionamientos: ¿Cómo lo habito? ¿Qué tipo de huésped soy? ¿Qué cuidados debo prodigarle? ¿Cómo le he lastimado? ¿Soy culpable de haber cambiado el perfeccionamiento de su funcionamiento? ¿Qué acciones he realizado en su contra?
De igual manera siento la urgencia de expresar el cómo ha influido desde una perspectiva individual, social, emocional y colectiva.
Nací con una investidura única, insubstituible, con características distintivas impuestas por la genética; con capacidades increíbles, una magnificencia de diseño que supera las expectativas del más exigente creador. Mi cuerpo responde a estímulos biológicos, químicos, físicos y sensoriales, tiene la facilidad de adaptarse a distintos espacios y condiciones climatológicas; a aprender y hacer magistralmente un sinfín de actividades artísticas, deportivas y culturales con el entrenamiento y ejercitación adecuada.
Posee un armamento invaluable de soldados a su disposición, cuya misión es protegerlo contra agentes infecciosos, virus y bacterias.
Es poseedor de una capacidad de regeneración o de autodestrucción, cuando se vuelve contra sí mismo al aparecer alguna enfermedad autoinmune que engaña a este armamento y les hace creer que son amigos o aliados en la batalla.
Hay momentos que la flaqueza y debilidad humana no me han permitido congratularme con su grandeza; que me gana el egoísmo, egocentrismo y poca fuerza de voluntad, otorgándole falsos placeres y momentos de gozo instantáneo atentando contra su integridad, tal es el caso de cuando permití que el humo del cigarrillo entrara por mi boca y fosas nasales y bañara con su humo pestilente y letal la oxigenación de mis pulmones, o cuando ingerí algunas copas de licor, nublando la razón y entendimiento y haciendo que mi hígado y riñones multiplicasen su trabajo para eliminar los residuos del alcohol.
Otras veces tantas, ingiriendo comida chatarra, alimentos que nada ayudan o aportan para su correcto funcionamiento metabólico. Cuando aprobé caer en la pasividad de no ejercitarlo física y mentalmente y cuando a mi alrededor permití la presencia de agentes negativos cuya energía robaba karma y fuerza a la mía.
Al paso de los años, mi cuerpo ha sido un universo que me devuelve como el eco, mucho de lo que le he dado. Mi páncreas dejó de funcionar, debo suministrar insulina y medicamentos para que haga la función que antes desempeñaba sin percatarme de la importancia de su trabajo.
A pesar de mis cinco embarazos en un lapso de doce años, gocé de una figura esbelta, atlética y buena forma, que me brindaba seguridad, autoestima y proyección ante los demás; permití que el exceso de peso fuera acumulándose en mi cuerpo, llegando a tener una obesidad mórbida, celulitis en la piel, problemas de rodillas y dolor de piernas.
De joven solía avergonzarme de mis pies con callos y piel áspera; hoy agradezco infinitamente el poder desplazarme con ellos, el bailar, caminar y practicar los deportes que me llenan de alegría.
Soñaba con tener ojos de color, hoy agradezco el poder ver, leer, recrear mis pupilas con los colores que la naturaleza nos brinda, aunque sea apoyada por un par de anteojos.
Algunas arrugas surcan mi rostro, a casi seis décadas de existencia, la lozanía y frescura persiste en ocultarse; en cambio, hay señas de vitíligo en mi piel que avanza en un decoloro y deterioro paulatino; sin embargo, a pesar de lo mucho que he perdido, cada día aprendo a revalorar intensamente lo que poseo.
Me acaricio, me consiento, me mimo y me amo. Soy un ente perfectible, creado a imagen y semejanza de mis hermanos en la tierra; pero soy única, irrepetible, dueña de este regalo universal que es mi cuerpo, mi mente, mi todo.
Viajo con esa maleta por y ante el mundo, la adorno con distintas investiduras; estoy consciente que un día deberé entregar ese equipaje terrenal, cumplir con el ciclo de la vida y volver a las entrañas de la tierra; reconozco que mi investidura, día a día se está deteriorando por el polvo del camino, pero tengo la fe y esperanza, que en ese momento, emergerán alma y espíritu a seguir habitando en otro espacio, otro cuerpo celestial que podrá gravitar y vivir por siempre, donde no haya enfermedad, ni dolor, ni muerte.