—¡Ya llegó papá! —gritó la mamá.
—¡Papi! ¿Cómo te fue?
—Muy bien, Emilia, pero déjenme desempacar.
—¿Me trajiste algo de Múzquiz papá?
—Sí, traje unas cositas para merendar.
—¡En serio! ¿Qué es?
—Un atole y unos panes.
—¡Qué rico, los quiero probar ya!
—Nos dijeron que fuéramos a conocer un pueblito cercano don- de viven los mascogos. Ahí compré todas estas cosas ricas. —¿Mascogos? ¡Qué gracioso suena! ¿Qué es eso?
—Los mascogos son un pueblo de origen afrodescendiente que vive en Coahuila.
—¿Afroqué…?
—Mira, voy sirviendo en la mesa el pan y el atole para que prue- bes mientras desempaco y te cuento la historia. — El papá pone el pan y el atole sobre la mesa y se sienta con Emilia.
— Ahora sí. Afrodescendiente significa que sus antepasados llegaron hace muchos años desde África, donde fueron traí- dos como esclavos. En el caso de los mascogos, tenían que trabajar muchas horas al sol en los campos de Estados Uni- dos, los trataban muy mal y no podían decidir el futuro de sus familias.
—¡Qué feo!
—Sí, ¡era terrible! Por eso un grupo de ellos decidieron es- capar y huyeron hacia el sur, a la Florida, donde convivieron con otros pueblos originarios llamados seminoles. Ahí de- cidieron llamarse “muscogee” por el idioma de ese pueblo. Luego de unos años siguieron su camino hacia el sur, hasta que encontraron en México un lugar donde establecerse para vivir en paz.
—¿Y ya no tienen que ser esclavos?
—¡No! Desde el siglo XIX son libres y se establecieron en un pueblito llamado El Nacimiento de los Negros, donde obtu- vieron el reconocimiento del gobierno y se convirtieron en mexicanos. Desde ahí ayudaron a cuidar la frontera durante muchas décadas, mientras transmitían las costumbres, los cantos y la comida a sus hijos. Desde 2017 están reconocidos como grupo étnico de Coahuila.
—¡Qué rico está el atole y las empanadas, papá! ¿Cómo las preparan?
—Te sorprenderá saber que usan técnicas muy antiguas. ¡Al- gunos dicen que vienen desde África! El maíz seco lo mue- len en unos enormes morteros de madera, con la ayuda de un palo van pisando los granos para conseguir la consistencia necesaria y luego lo hierven con agua. Se llama soske. —¡Soske! Qué divertido ¡Yo lo quiero hacer también! —Seguro podemos hacerlo también en casa. ¿Sabes cómo consiguen este color y la consistencia espesa?
—¡No, cuéntame!
—Le agregan un poco de ceniza de carbón. Además del azú- car, que es al gusto.
—¡No sabía que la ceniza se podía comer!
—Todo se aprovecha cuando se cocina en el campo.
—¿Y estos panes?
—Se llama tetapún. Es un pan de camote que también es muy tradicional entre los mascogos. Y con el mismo maíz que usan para el soske preparan un pan de maíz que también es deli- cioso. ¡Pruébalo!
— ¡Sí, está riquísimo papá.
—Con cuidado, Emilia, hay mucho para compartir. ¡Deja un poquito para tu mamá!
—El soske está muy rico, ¿cuando me llevas a Múzquiz papá? —Ya veremos, Emilia, ya veremos…
José Juan Zapata