“Emilia es una pequeña muy comelona, pero también muy curiosa y que no se resiste a una buena historia y eso su padre lo sabe, por eso cuando tiene oportunidad, además de llevar a su plato delicias de Coahuila, también le cuenta de dónde vienen”.
Una huerta tras el celofán
—¿Qué estás haciendo papá? Tengo hambre, ¿hay algo para picar?
—Pero si acabamos de comer, ¡y hasta comiste postre! —Mmm… pues tengo hambre, ¡dame algo de comer!
—A mi me parece que más bien estás aburrida y por eso quieres comer.
—¡Ash! Es que no hay nada qué hacer, nadie juega conmigo. —Mira, creo que tengo por aquí algo que te puede gustar. ¿Te acuerdas la canasta de dulces típicos que nos mandó tu tía Cuqui hace un par de días?
—Sí, pero ya me comí todos los dulces de leche.
—Ah, pero te faltó probar los dulces de higo. Aquí están. Y no sólo eso, vienen acompañados con una historia. Así podre- mos viajar un poco con nuestra imaginación.
—¿Una historia? ¡Ay, me encanta!
—Resulta que estos dulces los hacen en un municipio cer- ca de aquí, al que te gusta ir. A ver si adivinas cuál es: está al sur del estado, rodeado de viñedos y nogales, y fue la tierra natal de Francisco I. Madero, quien llegó a ser pre- sidente de México. Hay un balneario público alimentado por manantiales, que se llama “Estanque de la Luz”, donde cuentan que Tomás Alva Edision, el inventor de la bombilla eléctrica, instaló una turbina que ayudó a iluminar toda la ciudad.
—¡Ya sé, es Parras De la Fuente!
—¡Sí!
—Bueno, estos dulces los fabrican de manera artesanal, o sea, que no usan máquinas para hacerlos. Y es una tradición familiar, es decir, que toda la familia partici-
pa en la manufactura y el conocimiento se transmite de generación en generación.
—¡Wow! Una familia dulcera. Creo que me gustaría dedicar- me a eso, ¡seguro ha de ser súper divertido y delicioso! —Pero toma en cuenta que si te dedicas a eso no vas a poder estarte comiendo los ingredientes mientras armas los dulces. —Uh, bueno, tal vez no sea tan divertido como pensaba. —Jaja. Bien, hablando de ingredientes, aunque estos dulces tienen higo pasa…
—¿Cómo las pasas de uva?
—¡Ándale! Justo las pasas eran el segundo ingrediente de la receta original, que es lo que te quería decir antes que me inte- rrumpieras. Ahora cada productor tiene sus ingredientes secre- tos que no suelen mencionar y les ponen corazones de nueces encima para adornar.
—¿Y cómo se les ocurrió hacer este dulce?
—Para eso hay que remontarnos a los primeros poblado- res de Parras.
—¿Tan atrás?
—¡Sí! Los tlaxcaltecas eran un pueblo indígena que ayudó a po- blar esta región, junto a los españoles. Ellos producían frutas. Parras contaba con buen riego que ayudó a desarrollar gran- des huertos con vides, la planta de la uva. Y gracias a las uvas se producen vinos que hasta hoy son famosos. Pero también sembraron nogales, higueras, manzanos y membrillos. Y como producían tantos frutos..
—¡Aprovecharon las frutas para hacer los dulces!
—Exacto, Emilia. Este dulce se hizo tradicional desde aquella épo- ca, pero lo llamaban “torta de higo”, para regalar a las personas.
—Claro, así como ahora la tía Cuqui nos los regaló.
—Así es. Ahora también se producen dulces de leche, nuez, uva, membrillo, chabacano, durazno. En fin, ¿te gustaron los dulces de higo?
—¡Sí, me encantaron! Espero que cuando podamos volver a Parras, compremos todos los dulces que venden ahí, para compartirles a todos mis amigos.
—Ya veremos, Emilia, ya veremos…
Jessica Jaramillo
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