Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)
En el marco del IV Festival Internacional “Arte ahora”
“Cuando pienso no escribo, guardo mis sentimientos y posteriormente escribo”
Incursionar en la vida y obra de un literato de la talla internacional de Bécquer, es asumir la responsabilidad de indagar en diversas fuentes, viajar a través del tiempo al contexto en que se desarrolló, compenetrar en su ámbito personal, familiar y social, para luego, tratar de trastocar sus emociones y adentrarse en sus pensamientos a través de la interpretación, reflexión y análisis de sus aportaciones.
Su nombre real: Gustavo Adolfo Claudio Domínguez Bastida, nacido en el seno familiar de ocho vástagos, su padre se dedicaba a la pintura de cuadros costumbristas, por lo que pudiera deducirse que esa sería la afición natural heredada. Este pequeño, queda huérfano de padre a los cinco años y de madre a los once; circunstancias trágicas de soledad existencial y ausencia de figuras de apego principales marcaron su niñez y existencia.
Él y su hermano Valeriano son acogidos por su madrina de bautizo, mujer de nobles sentimientos y posición económica estable, quien contaba con gran acervo bibliográfico, mismo que fue el detonante de su pasión por la lectura y posteriormente por la producción literaria.
Su tío, adoptó el papel de progenitor y quiso inculcarles el conocimiento de la pintura, ambos lo aprendieron, pero solo su hermano se dedicó de lleno a este arte y Bécquer a escribir.
La historia personal de vida está inmersa en los contextos políticos, sociales y culturales que le rodean. En plena juventud emigra a Madrid con la idealización, fantasía, imaginación y vocación literaria, considerándolos elementos principales que le auguraban un mundo de éxitos.
La cruda realidad le muestra otras facetas, debe trabajar como periodista, donde le nace la idea de promover la historia de los templos de España; proyecto que no logró culminar por falta de apoyo.
Posteriormente, entra como redactor en el periódico “El Contemporáneo”, tierra fértil que le brinda la oportunidad de florecer por medio de su pluma e irse inmiscuyendo en el mundo social de la clase privilegiada. El ambiente de tertulias literarias, le permite conocer a la mujer de sus sueños: Julia Espin, cantante de ópera, quien fue la musa inspiradora de sus primeras rimas, escritas con el afán de cortejo y halago, así como de las últimas, producto del dolor y desengaño sufrido por el rechazo.
Entre las pesquisas históricas se han encontrado dos álbumes con rimas y dibujos que Bécquer le regaló. Se cita la rima XXI:
¿Qué es poesía? dices,
Mientras clavas en mi pupila tu pupila azul,
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.
Casta Esteban fue su esposa, matrimonio con muchas desavenencias, infidelidades y separaciones prolongadas, donde él debía hacerse cargo de sus hijos.
Se desempeñó en cargos políticos importantes, recogiendo el patrimonio de la cultura popular, leyendas, rimas y cuentos de terror. Reconocido como un freudiano antes de Froy, por combinar el mundo onírico con la realidad.
Por un año se retiró al Valle de Veruela, paraje aislado de la civilización, buscando recuperar su salud quebrantada en compañía de su inseparable hermano, donde ambos tuvieron la máxima creación de sus obras.
Con Valeriano compartió grandes momentos de vida, primeramente, su orfandad, florecimiento en el arte, ambos quedaron a cargo de sus hijos e incluso compartieron la cercanía de su deceso, ya que a poco tiempo que fallece Valeriano, le sigue a la tumba, con tan solo 34 años de edad.
La rima LXXX hace pensar que la causa de su muerte se debió a la sífilis, enfermedad que era incurable en ese tiempo.
Una mujer me ha envenenado el alma
otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
ninguna de las dos vino a buscarme,
yo de ninguna de las dos me quejo.
Como el mundo es redondo, el mundo rueda.
Si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez, ¿por qué acusarme?
¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?
Previo a su muerte ordenó que se quemaran sus escritos, petición denegada por sus amigos más íntimos, quienes, como homenaje post póstumo, ordenaron e imprimieron en 1871 su libro de “Rimas”, el cual le convierte en el máximo exponente de la poesía española, con una riqueza no tanto de extensión sino de profunda calidad literaria.
A manera de cierre se presenta la rima LIII:
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
esas… ¡no volverán!
Espera más de María del Refugio Sandoval Olivas en su columna quincenal “Tintero del corazón” en Revista Latina NC.
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